Después de 19 meses, llegamos al final de las extracciones en la oficina. La infanta en cuestión ya no bebe leche de mamá en la escuela y hemos dado por terminada la “Lechita Time” en la redacción.
No les mentiré: hubo días difíciles, mucho muy difíciles, pero cuando veo el desarrollo de bebé, sé que cada uno de ellos valió la pena.
Llegué a La Liga de La Leche buscando asesoría para las extracciones en el trabajo y el banco de leche que, por falta de información, no comencé a tiempo.
Durante los primeros meses me administré casi al día, haciendo extracciones al despertar casi a oscuras, interrumpiendo la jornada dos veces en la oficina y en la noche antes de dormir.
Fueron días agotadores, días en los que lloraba intentando llenar tres botecitos de cinco onzas cada uno y después volver a llorar porque bebé no quería tomarlos en la escuela y las maestras desechaban los sobrantes.
Pero mamás trabajadoras y lactantes, quiero decirles que sí es posible regresar a trabajar y continuar la lactancia. Sí se puede, incluso en trabajos de gran demanda como el periodismo en línea, el magisterio o las fábricas.
En la última encuesta de Ensanut del INEGI, quedó plasmado que el porcentaje de bebés que reciben lactancia materna exclusiva creció de 14.4 por ciento en 2012 a 28.6 por ciento en 2018.
Esto habla de que los grupos de apoyo madre a madre, las capacitaciones del sector salud, la distribución de información confiable y el empoderamiento de las mujeres en temas de maternidad, ha crecido exponencialmente.
¿Qué beneficios tendremos a largo plazo?, menores índices de obesidad infantil, reducción de posibilidades de adquirir diabetes y, en las madres, menores posibilidades de padecer cáncer de mamá, la tercera causa de muerte en mujeres del país.
Mamitas sí se puede. Si organizamos un plan acordé a las necesidades laborales de cada una, si buscamos asesoría, si brindamos apoyo, si escuchamos y acercamos la información correcta este porcentaje de bebés amamantados podría crecer otro 24 por ciento para llegar a 52 por ciento y así hasta cubrir el máximo posible.
En mi caso, continuaré con la lactancia directa en casa (mi casa que es mi cuerpo y dónde pinches se me antoje darle chichita a la Infanta Jaguar).
Después de poco más de año y medio, mi espalda descanso de cargar todos los días con el extractor, la hielera, el enfriador, los conos, los cables y el adaptador de corriente. Cinco kilos de pura intención de mejorar los índices de salud de bebé que ya no es bebé.
Cuando iba caminando por la calle Revolución para tomar el camión, por un breve instante me sentí un poco más libre caminando sin esos kilos extras.
Me sentí diferente, como cuando en las series termina una temporada chingona y sientes que ya terminó una parte bien perra, pero siguen más aventuras, así.
Aún me duele la espalda y tengo el músculo hecho bolas de cargar (y de estrés), pero sí me siento liberada, mejor, contenta por haber exigido mi derecho de ejercer la lactancia en mi centro laboral y el derecho de bebé de recibirlo en la guardería.
Gracias a todos los que lo hicieron posible, a los colegas de la oficina por las bromas de la leche pal café y a los que me ayudaron mil veces a cargar la pesada bolsa.
Lo hicimos.
No espero un reconocimiento, pero solita me felicito. ¡Felicidades!
Pd. Ya me pueden regalar en Navidad bolsos bonitos, ya los voy a poder usar. Jajaja.