No, no estás exagerando. Si sientes la necesidad de llevarle al doctor, hazlo.
Uno de los conflictos personales más grandes que he tenido desde que soy mamá es determinar cuándo es correcto llevar a la Infanta al doctor (spoiler alert: todas las veces la he llevado).
En nuestro caso, cada que le sucede algo a la Infanta, me pregunto si estaré exagerando cuando me brinca la urgencia/duda/necesidad de llevarla al médico.
Algunos amigos me hacen burla al decirme que cumplo con el perfil de la madre primeriza que, al primer moco, corre al doctor. Pero saben qué, no me arrepiento.
Mi mantra en esos días es: prefiero pecar de exagerada [a.k.a. me-va-le-tu-o-pi-nión].
Así que cada que hay un vómito, una mancha rara, un moco insistente, una tos extraña, corremos al doctor.
Bueno, así como correr, correr, depende. Hemos establecido una especie de código personal de urgencias médicas que es medio extraño de explicar.
Hay situaciones que requieren visita inmediata a urgencias, como la vez que se rompió el diente o cuando le brincó el pecho al respirar o la vez que no hizo pipí en todo el día (que al revisarla, la enfermera la hizo llorar de lo feo que la trató y se hizo pis en ese ratito) o una vez que empezó a vomitar de la nada (nosierto, comió tierra).
Pero hay otras cosas que “pueden esperar”: un moco persistente y que aumenta con el paso del día (o los días), una tos que empeora, un vómito explosivo y constante o la fiebre que no cede.
Recordemos que hay cosas como la fiebre y el vómito que pueden hacer que los bebés se deshidraten súper rápido y eso es lo que hay que cuidar.
En días pasados la infanta se puso a vomitar a media noche. Al principio me dije “corre a urgencias”, pero lo consulté con papá y dijo “dejemos que vacíe su estómago, a lo mejor sólo se saturó”.
Entonces esperamos, atendimos cuatro vómitos con alimento y cuatro más con flemas, agua y lechita. La noche fue larga, porque con el vómito, la necesidad de beber agua, el llanto y el vómito que continuaba, hicieron que la Infanta bebé se pusiera chipil.
Así que nos turnamos para dormir, apapachar a bebé y vigilar el vómito. El cuarto quedó hecho un campo de batalla con un toque agrio en el ambiente. Nos acabamos las sábanas y las toallas en un ratito, así que Polonio (el papá en cuestión) echó una carga a la lavadora a las 4:00 horas.
A las 5:00 horas ya no vomitó pero comenzó una febrícula de 37.8 (se prendieron mis alertas de urgencia), pusimos una película y medio la vimos. Cantamos, jugamos y la Infanta seguía de buen humor, pero con febrícula de 38.1.
A las 6:00 horas puse una taza de café, no había cenado, ni desayunado. Avisé en la oficina que no podría ir a trabajar para llevar a bebé al doctor y vigilar los síntomas, porque ya algo me brincaba que no estaba bien.
Tocó el turno de dormir de Polonio y yo busqué refuerzos con mi suegra. Salimos jugando, pero esta vez no pidió caminar -como siempre-, pidió que le cargara. Definitivamente se sentía mal.
Llegamos con mi suegra y ya había cumplido tres horas y media sin vomitar, pero al dar las 9:00 va para afuera de nuevo y a las 9:30 otra vez. Flemas, la poca leche materna que había tomado y un sorbo de agua.
Fuimos al médico, pero la doctora no estaba. Esperé porque a veces se tarda un poco, es mamá y a veces tiene contratiempos o entretenciones, normal.
Infanta-bebé dormía, así que no tenía prisa porque llegara. Por fin pudo dormir un poco de la noche tan larga. Pasó un rato y la doctora seguía sin llegar. Así que entré a comprar un té y pañuelitos desechables para llorar, y de pasada preguntar si tardaría mucho.
Escena 1: dos dependientas en el mostrador, la primera cobra mis artículos mientras la segunda responde a mi pregunta sobre la asistencia de la doctora. Yo cargo a bebé entre los brazos:
-(Con tono ufano) Uy no va a venir, ¿venía a consulta? No va a estar. ¿Qué tiene?
-(Intentando controlar mis emociones y preocupación por su respuesta) Vómito.
-Uy mija, por qué no preguntaste antes, no va a venir. Me hubieras dicho, ya tienes rato.
(La primera dependienta cobra y me pide que inserte la tarjeta [porque aparte de todo no traía efectivo, gracias] y ponga el nip)
-(Controlando mis expresiones faciales de CTM) Ah. Porque a veces se tarda, pero decidí esperar mientas duerme.
-Mira cómo viene, ay pobrecito (pensando creo, que Infanta bebé era varón). No, pos llévalo al doctor.
– (Con la cara agachada para que no vea mi cara de “pues-donde-pinches-crees-que-estoy) Si, ahorita veo. (Inserto la p*nche tarjeta de golpe y azoto los dedos en la terminal para digitar el nip). Gracias.
-(Primera dependienta presenciando la situación con cara de “dónde me meto”) ¿Te doy una bolsa?
-No, gracias, aquí lo pongo. (Azoto las cosas en mi bolsa mientras intento no llorar).
-Ay no. Bueno, que te vaya bien.
-Gracias. (Lloro mientas cargo a bebé hacia la salida).
Todavía me senté a llorar poquito mientras la Infanta aún dormía. Después pensé “qué mensa, si la pediatra atiende aquí enfrente”.
Llamé a mi mamá para buscar una segunda opinión: “Mamá, verdad que no estoy exagerando en querer llevar a bebé a la pediatra”, “tú qué crees”, “que no”, “llévala”.
Escenas más, escenas menos. La Infanta Jaguar fue diagnosticada con gastroenteritis viral, de ahí el vómito y la fiebre. En un lapso menor a 12 horas perdió el 6 por ciento de su peso, llegó con deshidratación en primer nivel y fue atendida en ese momento.
Al primer trago de medicamento y suero, comenzó a verse mejoría. Siguió la tarde sin vomitar y con un poco de febrícula.
¿Por qué el cuento tan largo? Para decirles que si su corazoncito de pollo/madre les dice que vayan al doctor porque algo no está bien, vayan.
Siempre, siempre, siempre, la salud de bebé estará primero. A veces puede ser algo sencillo como un vómito o un moco, pero puede tratarse de algo más grave.
La vez pasada un moco derivó en influenza, que se convirtió en bronquitis y terminó, tres semanas después, con bronquios sensibles de tanta enfermada y un tratamiento de nebulizaciones. Esta vez fue un vómito que resultó ser gastroenteritis.
¿Qué nos queda? Tener siempre un guardadito extra para estas situaciones o un patrocinador oficial (abuelos, tíos, papás, trabajo, tarjeta de crédito) que les ayude a enfrentar los gastos que de ahí resulten.
Confía en tu instinto, aprende a observar a bebé y crea tu propio código de emergencias sanitarias.
Por acá la Infanta ya volvió a la escuela y parece que ahí va. Sigue sin querer comer bien del todo, pero la chichita no la ha dejado, bendita mamiferez.
Ya llevaba récord sin llorar, pero no todo es para siempre, jajaja.
Hasta luego amigues. Síganme para más consejos maternales.