Antes que nada, quisiera aclarar una cosa: me encanta ser mamá de mi bebé, convivir, estar y disfrutar. Incluso prefiero estar con bebé por sobre muchas cosas (aunque no todas).
Sin embargo, el miércoles tuve un «día normal» (de esos días que tenía antes del parto/antesdebebé) y lo disfruté en demasía. No me sentí mal y por primera vez no me devoró la culpa de ser malamadre.
El miércoles teníamos programada una función de «Saltar sin red» en Coquimatlán, como parte del Mes Colimense de las Artes Escénicas. Como era a las 7 de la tarde, debíamos salir a las 4 de Colima para tener tiempo de montar y hacer la faramalla completa.
Ñoña como soy, tenía la agenda del día cronometrada, pero no contaba con que la zona de inestabilidad con ínfulas de ciclón se le ocurriría evolucionar a tormenta tropical y luego promoverse a Huracán Categoría 1 para joderme la agenda.
Así que pensando en la practicidad y alentada por mi suegra, decidí dejar a bebé a su cargo y correr de la oficina al foro y del foro a Coqui.
Polonio me hizo de acompañante y chofer en su moto nueva, así que de alguna manera eso se convirtió en una especie de cita sin bebé. Para el vulgo rudo es una motonona que suena como helicóptero, para los conocedores una Kawasaki Vulcan 900 negra (chiquitamiamor).
Desde que nació bebé, hace año y cuatro meses, está fue la primera «situación de riesgo» en la que me puse de manera voluntaria (porque han de saber que desde el embarazo empecé a hacerme consciente de lo fácil que es morirse en este mundo pero #lavidaesunriesgocarnal). Lo más lejos que llegué fue a subirme a una silla para poner las luces de navidad en las ventanas.
En fin, a lo que iba:
No tienen idea de cómo me refrescó el ser. Estamos hablando de un trayecto de quince minutos desde el Centro de Colima a la Casa de la Cultura de Coquimatlán. Quince pinchurrientos minutos.
Y bueno, huracán, lluvia, moto, nubes, climita rico, frillito colimote (chigüilín, en este caso), abrazada de Polonio. Llovió durante toda la función y de regreso aún caían unas gotas ligeras pero constantes. Las calles de Coquimatlán estaban anegadas.
Nosotros aún no salíamos del pueblo y ya estábamos mojados. Para que no me golpearan las gotas en la cara me puse unos lentes oscuros, así que veía poco. Dejé mi vida en manos de Polonio y viajamos de regreso. Todo fain.
A lo que iba: me sentí feliz, libre y por varios momentos olvidé que soy mamá. Deje que ese Huracán Lorena lavara mi señorez y me dejara fresca, rozagante y juvenil.
Wey, no mames, fue como tener 17 otra vez y viajar en la parte de atrás de una camioneta rumbo a una rave a mitad de la noche. Las copas de los árboles iluminadas por las luces de la moto, las estrellas al fondo, el infinito y la libertad. Además esa carretera a Coqui es un gozo.
Con temor a sonar como cliché, me sentí «normal» otra vez, pero al llegar a casa y calzarme la piel de mamá, descubrí que esta me entró mucho más fácil.
Tarde pero seguro, llegamos a dónde quería llegar: si eres una mamá quien me lee, hazte un favor, -a ti, a tu bebé, a tu dinámica de pareja o familiar- y sal a hacer eso que te gusta, eso que te apasiona o eso que amas sin bebé.
Por varias razones:
La primera, porque sí.
La segunda, por tu bienestar.
La tercera, porque estando bien tú, estará bien tu entorno (o porque estando bien tu, el resto que te valga chetos).
Está claro que nunca se volverá a la normalidad porque la vida es otra. Pensar en volver al cuerpo de antes, a la vida de antes, a la dinámica de antes, es una perdida absurda de tiempo, porque el antes ya no existe (misma dinámica imposible del verbo hubiera).
Así que no te presiones ni dejes que te presionen con esa idea. No hay un antes. Se fue, no está. Eres otra, una nueva y mejorada.
Así que tómate ese café, sal a correr, date una tarde contigo leyendo o haciendo nada. Reiníciate, desenchúfate aligérate y vuelve. Te prometo que te sentirás mejor después de, que te ayudará a reencontrarte contigo y a reconciliarte con tus yos pasados y la nueva yo madre.
Besitos maternos en sus frentes.
Pd. Mamá, si lees esto, nunca me puse en riesgo. O sea, sí me fui a una que otra rave y sí viajé en la parte de atrás de una camioneta más de una vez, pero todo bien, ya pasó. El fin te llevo a bebé para que se te olvide todo. No me pasó nada. Ya.