EN MI HUMILDE OPINIÓN
Por: Noé GUERRA PIMENTEL
La feria siempre ha estado en vecindad con la cárcel, su primera sede, en el siglo XVI, fue frente a la parroquia de Colima y las casas consistoriales donde estaba la cárcel, lo que es hoy el Jardín de La Libertad.
A partir de 1913, previo acuerdo del 11 de octubre de ese año, la feria funcionó en el jardín gral. José Silverio Núñez, donde se mantuvo hasta 1957, frente a la cárcel que funcionaba en lo que es actualmente la primaria Tipo República Argentina. De 1958 a 1977 fue establecida entre la calzada Pedro A. Galván y la calle del Trabajo, en lo que era la unidad deportiva “Ignacio Zaragoza” y en la punta del triángulo, la cárcel ya conocida como la Penal. Sacada de la mancha urbana, se le reubicó al oriente, en las inmediaciones de los terrenos de La Estancia, donde se inauguró el 27 de octubre de 1978 y meses después, el CERESO.
El más remoto antecedente de esta fiesta colimense lo encontramos en el siglo XVI (según cita Larios García, José Luis en AGORA); está fechado el 2 de noviembre de 1572 y se encuentra en el Archivo Histórico del Municipio de Colima -AHMC- (caja A-15, exp. 8, f. 4 fte.), en donde se cita que: “iba por la calle arriba hacia la iglesia de San Francisco una procesión de indios e indias, con hachos encendidos e candelas blancas de cera alumbrando por la calle”. Expresión pública de la práctica católica con motivo de la fiesta religiosa en honor a “Todos Santos” de Omnium Sanctorum. Denominación que debiera retomarse como elemento original de arraigo e identidad.
Del siglo XIX hay una disposición dirigida al subdelegado real de 1812, en plena época del movimiento insurgente, hecha por el Intendente de Guadalajara de donde dependía el Partido de Colima, que (Op.cit.) dice: “se prohíbe instalar el tianguis y toda clase de fuegos (sic), ni otra cualquiera diversión, evitando las danzas y comelitona que han acostumbrado los indios y que solamente haya función de la iglesia con aquella devota obtentación (sic) que permiten las circunstancias de las poblaciones en los días feriados de los santos”.
Retomando el mismo texto de Larios García y autores anteriores entre los que se encuentra este autor, sabemos que la función legal ocurre en 1826, con el decreto presidencial del 21 de abril, “se concede a Colima una Feria anual que durará quince días contados del cinco al veinte de marzo, con libertad de todos derechos por diez años”, caja FSR-4, exp. 4, f. 1 fte., conservado en el AHMC. En el mismo AHMC hay otro dato del siglo XIX que acerca a la conversión del festejo y es el Reglamento y Tarifas del Mercado del 19 de octubre de 1884: “durante la festividad de Todos los Santos se permite la introducción de frutas, dulces labrados, juguetes y demás artículos en la época expresada del 31 de octubre al 2 de noviembre.”
El primer organizador de esta fiesta fue el clero católico virreinal en el S.XVI., luego del decreto presidencial del 1826, fue municipal, con el Ayuntamiento de Colima como encargado de organizarla desde 1827 hasta 1934, cuando su administración corrió a cargo del Gobierno del Estado con sus cambios de nombres y al margen del clero católico, hasta que se creó el Instituto de Fomento de Ferias y Exposiciones del Estado de Colima (IFFECOL), en 1992, como entidad responsable de realizarla. Antes de su degradación a “embajadora”, las reinas de la cultura y la belleza colimense fueron 83, la primera María Luisa I, coronada en 1934 y la última, Marissa I, reina en el año 2021, hace 3 años.
La fiesta emblemática de los colimenses ha ostentado varios nombres o denominaciones. De Todos Santos, Feria de Todos Santos, hasta 1933; Feria Regional Agrícola, Ganadera, Comercial e Industrial, desde 1934 hasta 1983; luego Feco, como se le difundió desde 1984 hasta 1997, cuando recuperó el de Feria de Todos Santos, hasta que se “corrigió” y cambió en el 2007 por el de Feria de Todos Los Santos. Función que se ha suspendido 6 veces; la primera, por el terremoto del 12 de abril de 1941; la segunda, por la fiebre aftosa en 1947 y en 1948; la cuarta, en 1959, por el ciclón del 27 de octubre; y las dos últimas por la pandemia de COVID 19 en el 2019 y 2020.
Quienes más han favorecido al festejo en su sitio actual han sido Arturo Noriega Pizano, 1974-1979, que en 1978 lo reubicó y dotó del primer equipamiento; Griselda Álvarez, 1979-1985, que le amplió zonas de exposición y concretó la edificación del Lienzo Charro y Casino de la Feria; Elías Zamora Verduzco, 1985-1991, que construyó la Concha Acústica, el primer Palenque, amplió zonas peatonales y los estacionamientos; Carlos de la Madrid que la dotó de personalidad jurídica y patrimonio propios y Fernando Moreno Peña, 1997-2003, en su administración se reconstruyeron los módulos de exposiciones y el Palenque, ampliaron los estacionamientos con iluminación y torres de seguridad y crearon nuevas vialidades y accesos, además de un programa cultural alterno.