Suchitlán, Comala.- Llegué a la hora acordada y ya estaba lista para lavar el nixtamal, el mismo que había preparado desde una tarde antes.
En punto de las 7:00 horas, cuando el sol ni siquiera había emitido los primeros rayos de luz, Mari ya había comenzado a cambiar de recipiente el maíz, ahora con una forma esponjada, con una textura amarillenta, producto de la cal y el proceso de precocido.
El siguiente paso era lavarlo para quitarle toda la maleza que se pudo generar con la cocción, y también para eliminar el olor que pudiera llegar a generar al momento de hacer las tortillas.
Mari aprendió la elaboración de las tortillas desde los 6 años, siempre le llamó la atención y desde pequeña empezó a prepararlas, su mamá fue quien la motivó, pues ella torteaba en su casa y hasta la fecha lo sigue haciendo.
Una vez lavado el nixtamal está listo para llevarlo al molino, Mari se acomodó una especie de servilleta de tela en la palma de su mano para que el alambre de la cubeta no le lastimara en el traslado.
Recorrimos cuatro cuadras y el sol seguía sin aparecer, quizá en esta comunidad, ubicada al norte de Comala, las copas de los árboles impiden que el astro mayor haga su aparición.
Antes de llegar al lugar veíamos como otras personas salían del molino, ya íbamos tarde.
Al llegar Mari puso en una barra sus dos cubetas, esperando el turno para que la encargada moliera su nixtamal; nos acondicionaron unas sillas y esperamos 15 minutos mientras más personas llegaban al lugar con su maíz listo para ser molido.
El proceso en el molino fue rápido: la persona encargada acomodó el maíz en la máquina trituradora en la que se encuentra adaptada una llave, que se regula para que caiga el líquido necesario que ablande la consistencia del maíz triturado y le de mayor maleabilidad a la masa.
La masa caía en cantidades pequeñas, la encargada la juntaba para darle forma de bola y luego depositarlo en la cubeta de Mari.
Luego de pagar, por el maíz que ahora es masa, regresamos nuevamente a la casa, ya que Mari tenía que preparar el fogón, pues los primeros clientes están desde las 8:00 horas esperando las primeras tortillas del día.
Cuando llegamos, su mamá ya se nos había adelantado, el fogón estaba casi listo para empezar a crear este manjar, patrimonio y tradición de nuestro país.
Aunque le había pedido a Doña Tere, madre de Mari, que me esperara para registrar en imágenes todo el proceso, después entendí que no había tiempo, porque los clientes están a la vuelta de la esquina y todos tienen su tiempo medido para incorporarse a sus labores.
Mari dio el último vistazo al fogón, el comal ya casi estaba listo, cubierto de blanco con cal, colocado para que la tortilla no se pegue. Mari me comentó que cuando cambia su tono de blanco a uno amarillento, está listo para empezar a echar las tortillas.
Amasar es uno de los pasos más importantes a la hora de elaborar una tortilla, pues la masa tiene que quedar en ‘su punto’, con una consistencia que no sea muy dura, pero tampoco muy blanda, para que la tortilla permanezca días sin que se haga tiesa.
Mari empezó muy rápido, producto de su experiencia, ya sabe la medida exacta de la bola de masa que se utiliza para la elaboración de una tortilla; en una jornada laboral llegan hacer más de 200 tortillas, dependiendo los pedidos que tenga, lo que equivale a 14 kilos de masa.
Para aplanar la masa Mari utiliza una prensa que está elaborada con madera, comúnmente se le denomina torteadora o tortilladora. Hay quienes utilizan las palmas de sus manos para ir aplanando la masa, haciendo movimientos similares a los de un aplauso, hasta que da el tamaño y grosor requerido.
Doña Tere y Mari dicen estar contentas con su pequeño negocio, y aunque no les genera muchas ganancias, les satisface la aceptación de los clientes que todos los días las visitan por sus deliciosas tortillas.
En la comunidad de Suchitlán, en el municipio de Comala, hay más de 30 personas que se dedican a hacer tortillas a mano, como comúnmente se les conoce, algunas para su consumo personal y otras como una fuente de ingresos.
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