El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO*
No me gusta la palabra “derrotero”, me suena a derrota, como si el rumbo tomado llevara a un lugar que debió evitarse. Como un periplo, pero con destino trágico, es decir, como una travesía en la que ya se conoce lo que sucederá.
No me gusta, además, porque suena mucho a lamentación, como si algo fuera a la deriva sin control ni posibilidad. No me gusta, por último, porque lo siento muy cercano al deambular nacional, tan extraviado, tan confuso, tan desafortunado.
Si perciben un ánimo triste en mis palabras es cierto. No me puedo sentir con ánimo festivo. Es algo personal, quizás, pero también el resultado de una mirada hacia el porvenir. Creo que la democracia y los valores republicanos nunca calaron en el espíritu nacional y por ello son visto de soslayo, casi con desprecio por nuestra sociedad.
No es que seamos neófitos en esos temas ―están presentes desde la Constitución de Apatzingán, inspirada por José María Morelos― pero algo sucedió que nunca se incorporaron al espíritu nacional: se repetían en discursos cívicos, iniciativas legales y debates políticos, pero no se convirtieron en charla familiar y nunca lograron penetrar en la conciencia ciudadana.
En una famosa película mafiosa, un cardenal saca una piedra de una fuente y la rompe frente a su interlocutor, diciéndole: “esta piedra está mojada por fuera, pero seca por dentro y así es la sociedad europea, inmersa en el catolicismo en apariencia, pero sin el verdadero espíritu católico en el interior”. Algo así podríamos decir de nuestras definiciones republicanas, democráticas y federalistas: no le dicen nada a una sociedad que contempla indiferente cómo se destruye, paso a paso, la forma de gobierno que creímos construir a través de los años.
El expresidente Ernesto Zedillo publicó un duro ensayo en el número de mayo de la revista Letras Libres. No es que sea un santo de mi devoción, pero es inusual que un expresidente se exprese con tanta fuerza sobre lo que sucede en el país. Además, dice cosas ciertas, muy ciertas, como el desprecio del que hizo gala el expresidente Andrés Manuel López Obrador al republicanismo, al poder judicial, al federalismo y a la misma democracia.
Sobre la reforma judicial, una farsa tanto en justificación como en ejecución, ya hemos escrito mucho al respecto, pero podemos añadir lo que dice Zedillo: es una atrocidad jurídica y política.
Hace unos días se difundió el intento de ejercer un control anticonstitucional sobre la libertad de expresión mediante la nueva legislación en telecomunicaciones, pero la resistencia cultural fue de articulistas, analistas y un pequeño sector ilustrado de la oposición política. La sociedad, por su parte, miró indiferente el debate, a pesar de que la misma presidente Sheinbaum sugirió abrir un periodo de mayor análisis al respecto.
“Así es como muere la libertad, con un estruendose aplauso”, dijo la princesa Padmé Amidala. Es posible que aquí muera con una gran indiferencia, casi con un bostezo, mientras las manos se abren para recibir las dádivas del momento.
*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 56 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo, ensayo y fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policiaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.