Deserciones y muertes de personal sanitario complican la atención a enfermos de ébola

Freetown, Sierra Leona.- Desde que estalló la epidemia de ébola en Sierra Leona, han muerto 14 miembros del personal sanitario del centro de tratamiento para enfermos de ébola de la ciudad de Kenema, cuyas puertas son resguardadas por el ejército para evitar que los pacientes huyan y para proteger las instalaciones de la ira de la población, que ya ha atacado a pedradas a equipos de la organización Médicos sin Fronteras. Muchos de los trabajadores, aterrados, ya no quieren regresar al trabajo.

«No nos sentimos en absoluto seguros», dice la enfermera Nancy Djoko. «Hemos visto morir a nuestros compañeros, ¿tú qué pensarías?». Ante tanta muerte, el Gobierno decidió, hace cinco días, pedir ayuda a Médicos sin Fronteras, organización que tiene personal con amplia experiencia en epidemias de ébola y que gestionan centros en Guinea, Liberia y la propia Sierra Leona. Hilda de Klerk es una experta de la organización humanitaria que ahora trata de asesorar a las autoridades acerca de este hospital. «Hay grandes necesidades, sobre todo de recursos humanos. Ha muerto mucho personal y el resto tiene miedo. Y tienen razones para tenerlo, porque para trabajar con ébola debe haber personas con experiencia que puedan mantener un alto nivel de seguridad. Lo contrario es peligroso», explica.

También se encuentra en Kenema el epidemiólogo francés Philipe Barboza, enviado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Nos encontramos con una estructura no adaptada para la explosión de casos que hemos vivido en las últimas dos semanas. Si a esto sumamos que el personal ha desaparecido casi por completo, es un círculo vicioso. Las dos o tres enfermeras que trabajan por turno para más de 50 pacientes hacen lo que pueden, pero están agotadas”, dice. Se prevé que en los próximos días todo el centro de aislamiento se traslade a un pabellón que se está habilitando al efecto y que lleguen como refuerzos médicos y enfermeras que están recibiendo una formación específica por parte de la OMS.

El hospital está casi parado. Los enfermos de otras patologías, incluso las parturientas, intentan evitar venir a unas instalaciones donde saben que, ahí al lado, están los pacientes de ébola. “Aún estamos en la fase de pánico”, asegura Barboza. «El nivel de información que tiene la gente es muy bajo y hay una insuficiente movilización social. El miedo provoca que la gente no declare la enfermedad o que lo hagan cuando ya es tarde». Agencias.

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