Estados Unidos.- La violencia extrema, la pobreza y la falta de oportunidades no son solo las causas de la migración de miles de niños de El Salvador, Guatemala y Honduras, sino también las consecuencias de su deportación.
El Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) publicó en agosto un informe donde analizó los desafíos que enfrentan los niños y familias migrantes en su ruta hacia Estados Unidos y México, los cuales muchas veces resultan en detención y un retorno inesperado a sus países de origen.
Maria Cristina Perceval, la directora regional de Unicef para América Latina y el Caribek, indicó que la detención y deportación de menores hace que regresen a las razones que los hicieron migrar, lo cual incrementa la probabilidad de que migren nuevamente.
“Migrar es un derecho humano. Sin embargo, el ejercicio de este derecho para miles de niños y niñas en Centroamérica norte y México es una pesadilla”.
Perceval asegura que los niños que son enviados a sus países de origen muchas veces no tienen un hogar al que regresar, terminan endeudados o son blanco de pandillas.
“Por ejemplo, tal como nos contaba una niña en el Salvador, allí presumen que muchas de esas niñas, (y no se equivocan), han sido víctimas del tráfico y la trata de personas, que han sufrido violencia sexual, entonces tienen que encontrarse con una situación de discriminación, rechazo y estigma en las mismas comunidades de las que habían salido”.
El informe de Unicef recalca que este ciclo de migración y posterior deportación se convierte en un “círculo de peligro y dolor” que viola el interés superior de los niños.
Entre enero y junio de 2018 unos 96 mil 216 migrantes, entre ellos 24 mil 198 mujeres y niños, fueron deportados desde Estados Unidos y México. Más del 90 por ciento de las deportaciones ocurrieron en este último. BP