Colima.-Como cada año desde hace más de tres siglos, miles de colimenses se dieron cita este martes 8 de enero, para presenciar ‘la entrada del Señor de la Expiración a la comunidad de Lo de Villa’, en la capital del estado de Colima.
Se trata de una imagen de Cristo en una cruz, que es cargada por los devotos, y seguida en procesión por cientos de creyentes. Luego de recorrer varias comunidades, este día el crucifijo vuelve de la cabecera municipal de Coquimatlán al templo de ‘Rancho de Villa’ en el que se le venera.
Son 302 años de esta tradición católica, a través de la cual se agradecen los milagros concedidos.
Esta historia comienza en el año 1717, en donde dos imágenes de Jesús aparecen en Lo de Villa; los habitantes de la comunidad mencionan que ha sido un misterio sin resolver cómo llegaron a dicho lugar, al menos eso es lo que han escuchado de generación en generación.
En 1864 la población de Lo de Villa es víctima de la viruela negra, por lo que se decide llevar la imagen en un recorrido por la comunidad ‘y ocurre el milagro’, todos quedan curados.
En 1900, el pueblo sufre la fiebre amarilla, de nuevo es llevado el Señor de la Expiración por las calles y vuelven a aliviarse los enfermos. En esa misma fecha fue prestado al municipio de Coquimatlán para que los devotos pudieran tenerlo cerca.
Un martes de aquella época, concluye el préstamo y regresa el crucifijo a Rancho de Villa –como popularmente se le conoce a Lo de Villa– e inicia una gran tradición que hasta la fecha prevalece: visitar la iglesia todos los martes del año para pedir la intercesión para aliviar una pena o aflicción o agradecer un favor recibido.
En 1928, cuando los católicos eran perseguidos por el entonces Presidente de la República Mexicana, Plutarco Elías Calles, la capilla de la comunidad fue quemada, todo quedaría en cenizas, excepto las imágenes religiosas.
Los habitantes relatan que en septiembre de 2008, ocurre una explosión de pólvora en donde llevaban al Cristo peregrino, extrañamente se dañó más la camioneta que la imagen.
En pleno 2019, se dice que el Señor de la Expiración es patrono de aquellos que trabajan en situaciones de alto riesgo como, bomberos, cerrajeros, gasolineros, gaseros, electricistas, mineros, soldadores, obreros industriales y ferrocarrileros.
De hecho, cerca de la comunidad de Lo de Villa hay empresas en donde trabajan algunos de estos oficios; las vías del tren son las que marcan la llegada a esta población.
Intervenciones quirúrgicas con éxito son la constante oración de agradecimiento de los fieles que por 15, 20 y hasta 30 años acuden semanalmente; pero también hay quienes se sienten aliviados por dejar vicios y adicciones.
“Es importante venir aquí para que Dios nos dé salud y trabajo”. “Cada que vengo me voy bien reconfortado, me voy bien a gusto de sentir esa paz”.
Son las expresiones de quienes tiene fe y devoción en El Señor de la Expiración.
El sacerdote de la Diócesis de Colima, José de Jesús Ramos Hueso, resaltó la ternura de los niños, la presencia de jóvenes y adultos que desde la madrugada hacen el recorrido de Coquimatlán a Lo de Villa, pero dice que este Cristo no se olvida de los ausentes.
“Donde hay un colimense, está el Señor de la Expiración (…) las danzas, los cohetes, es una religiosidad popular, pero que también nos lleva a hacer un alto en el camino para la reflexión”.
Sin embargo esta tradición no solo es de los colimenses, pues de acuerdo a la Diócesis de Colima, al lugar se dieron cita personas de Jalisco, Michoacán, Guerrero y otros estados vecinos.
Ante la situación de violencia que se vive en el país y en el estado, Ramos Hueso pidió a los jóvenes vivir en el marco de la civilización de amor.
“No perder de vista nuestras identidades, los principios fundamentales que son las tres virtudes: fe, esperanza y caridad. Que nunca perdamos nuestra identidad, lo que nuestros papás y abuelos han sembrado en nosotros y retomar el camino del bien”.
Y estos es evidente con los jóvenes que participan en las danzas denominadas ‘De media Conquista’ y ‘Conquista’, unas de las más antiguas de la entidad, para acompañar al Señor de la Expiración durante su recorrido. Estos bailes, con gritos y algarabías son una tradición en la que algunos participan desde hace 20 años.
Esta tradición hace aflorar el lado humano de los participantes, hay quienes se quitan abrigos, sacos o playeras para ayudar a los que hacen el recorrido hincados, poniendo las prendas en el suelo, hacen más llevadera la manda de quienes prometieron llegar de rodillas hasta el templo.
“Vale la pena el sacrificio que hacemos, es una manda que debo, me ha concedido milagros”, dicen algunos a quienes no les importa terminar con las rodillas raspadas.
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