Las virtudes de un árbol son inconmensurables y van desde la generación de oxígeno, hasta la producción de alimentos y materia prima para la construcción.
Difícilmente alguien ha dejado de disfrutar un árbol: su sombra, la biodiversidad que alberga, el oxígeno que respiramos, sus flores y frutos, su corteza, su madera, sus raíces, su belleza… Hay mil formas de hacerlo.
¿Quién no ha descansado bajo las refrescantes ramas de un árbol para protegerse de los rayos del sol?, ¿quién no se ha tendido a dormir una siesta bajo su sombra? ¿qué niña o niño no se ha trepado sobre sus ramas para contemplar el mundo?
Las virtudes de un árbol son inconmensurables y así lo reconocen organismos internacionales como el Congreso Forestal Mundial, que proclamó el 28 de junio como fecha para celebrar a estos vegetales de tronco y fronda.
De los árboles aprovechamos su madera para construir casas o decorarlas con rústicos o elegantes acabados; elaboramos enseres domésticos, utensilios de oficina, herramientas de taller, muebles, paneles, etcétera. Sus frutos han sido nuestro alimento generación tras generación; prestan importantes servicios al ecosistema que habitan al ser hogar o percha de aves, insectos, reptiles, plantas epífitas y otros organismos; sus cortezas, resinas, hojas, raíces o taninos, nos aportan invaluables elementos medicinales.
Hay mucho qué decir de las variadas funciones ecológicas que los árboles cumplen: infiltran agua a los mantos acuíferos a través de sus raíces; purifican el aire al liberar oxígeno y transformar el dióxido de carbono (CO2) en biomasa, con lo que reducen el efecto invernadero; actúan como reguladores de los ciclos hidrológicos y contribuyen a evitar inundaciones, además de que previenen la erosión de los suelos y favorecen el desarrollo de la agricultura.
En las selvas, la masa arbórea contribuye a formar un ambiente húmedo; donde se encuentren regulan el clima, reduciendo los efectos del cambio climático generado principalmente por el hombre; son una fuente de materia prima para la elaboración de medicinas, alimentos, papel, combustible (madera y carbón), fibras y otros materiales naturales como corcho, resinas y caucho.
El Journal of Sustainable Forestry, citado por el portal diainternacionalde.com, indica en un estudio reciente que existen en nuestro planeta 60,065 especies de árboles. No obstante, la cifra parece conservadora porque en el artículo “Una frontera desconocida: la copa de los árboles”, los investigadores Reuber Antoniazzi & Wesley Dáttilo, del Instituto de Ecología (Inecol), AC, señalan que se calcula que en el mundo existen 3 trillones de especies de árboles.
Algunos datos reveladores señalan que según su especie los árboles se desarrollan plenamente al llegar a los 40 o 50 años; sin embargo, a nivel mundial cerca del 78% de los bosques primarios han sido destruidos por la mano del hombre, el 22% restante se ha visto afectado por la extracción de madera y solo el 12% de los bosques del mundo están designados para la conservación de la diversidad biológica. Se calcula que estos reservorios vitales de carbono, acumulan unas 289 gigatoneladas de este elemento.
Los bosques abarcan grandes extensiones, alcanzan el 28.5% de las tierras, a excepción de la Antártida y Groenlandia; la mitad de ellos están ubicados en los trópicos y el resto en zonas templadas y boreales.
La mayor superficie forestal se encuentra en Europa y América del Sur, seguidos de América del Norte y África; pero la deforestación de bosques y árboles producen un 15% de emisión de CO2 anual en todo el mundo, volumen que supera al generado por vehículos, barcos y otros medios de transporte.
Por su importancia cardinal para la vida en el planeta, el Día Mundial del Árbol se festeja cada 28 de junio. México celebra esta fecha con los demás países, pero también el segundo jueves de julio desde 1959 por un decreto del entonces presidente Adolfo López Mateos.
Unamos nuestras acciones para incrementar la masa forestal del planeta, ya sea en la casa, la escuela, la calle, el jardín o los bosques. Cada uno puede sembrar una semilla, hacer esquejes o acodos de otros árboles para lograr un mundo más verde, ecosistemas más vigorosos y una robusta biodiversidad.