Colima.- Los colimenses están muy dispuestos a donar sus órganos si a su fallecimiento le pueden servir a alguien, pero se lo piensan mucho más para donar los de sus familiares, de acuerdo con un sondeo que realizó AFmedios en la capital de Colima.
De las 10 personas abordadas (cinco hombres y cinco mujeres), todas con hijos, ocho se mostraron muy dispuestas a regalar sus órganos, si bien sólo dos tienen tarjeta de donador; otra reveló que dejaría que sus familiares decidan, y una se negó tajantemente.
En cuanto a donar los órganos de sus hijos, cinco dijeron que no lo harían; dos más consideran que no los donarían a menos que sus hijos se lo hicieran saber expresamente; una se negó a responder; y sólo dos dijeron que sí lo harían.
Noel, de 39 años, dice que sí donaría sus órganos, pues quedó conmovido con el gesto de la familia de un amigo fallecido en un accidente automovilístico. Sus órganos, refiere, les salvaron la vida a ocho personas. Pero cuando AFmedios le pregunta si haría lo mismo con los órganos de uno de sus hijos, su seguridad se trastoca.
“No, señor. Los de mis hijos, no. Mi mujer no me dejaría. ¡Uy, no! Ni de chiste”.
La opinión de Rodrigo, de 42 años, es muy similar. No encuentra ninguna objeción a donar sus órganos, pero cuando se le pregunta por sus hijos, responde enfático que no, pero no da ningún argumento sobre su decisión.
Carolina, Roberto y Teresa sí regalarían sus órganos en caso de ser necesario, pero a la pregunta de si aceptarían que sus hijos fueran donadores en caso de sufrir muerte cerebral, lo piensan mucho antes de responder.
“No, señor. Yo creo que no. No dejaría que les escarbaran más”, refiere Carolina.
Teresa le transferiría la responsabilidad de decidir a otra persona.
“Yo no podría. Si mi esposo lo autoriza, pues yo creo que sí, no habría nada más que decir. Pero si de mí depende, no. Pero si mis hijos me dijeran en algún momento que quieren que done sus órganos, no me quedaría más que aceptarlo.
Y Roberto dice que con sus órganos no tiene ningún problema, pero no se siente con derecho de decidir sobre el cuerpo de su hija para algo semejante.
Negativa rotunda
Armando, de 53 años, cree que donar órganos es pecado. Es católico practicante, y si bien admite que su religión no lo prohíbe expresamente, dice que Dios es el que decide si una persona va a vivir, y que ni él ni su familia tienen derecho a disponer de sus órganos tras su muerte.
¿Para qué les van a servir?
Genoveva, de 60, dice que no cree que sus órganos sirvan para donarlos.
“¿Quién va a querer mi hígado, o mi corazón, o mis riñones? Diario vivo mala de eso, ¿a quién le van a servir? Pero si le ayudan a alguien, ¿por qué no?
En cuanto a sus hijos, dice que no tendría el valor para hacerlo, y que llegado el momento, su prioridad sería que se respetara el cuerpo de sus hijos.
Decisión de la familia
“Mi hijo se inscribió como donador. Su mamá batalló para convencerlo de que no, pero pues ya es grande y tenemos que respetarlo. Ojalá que nunca sea necesario”, opina Andrea, de 38 años. En cuanto a sus órganos, le entusiasma pensar que pueden salvar vidas, por lo que asegura que sí lo haría, pero que la decisión final le correspondería a su familia.
Alejandra, de 28 años, dejaría que su familia decidiera por ella; en cuanto a sus hijos, dice que esperaría algunos años para preguntarles si estarían dispuestos a ser donadores. En caso de que la decisión sobre los cuerpos de sus hijos le corresponda a ella, pronostica que no sabe cómo reaccionaría.
Sí definitivo
Para Fernando, de 47 años, la cuestión es muy sencilla: sí en ambos casos. Tanto él como sus dos hijos y su esposa están inscritos como donadores.
“Siempre les hemos inculcado buenos sentimientos. Ellos saben que la vida no se acaba aquí, y si nuestros órganos y tejidos le pueden servir a alguien cuando a nosotros ya no, claro que queremos ayudar”.
Ley General de Salud
En su artículo 324, la Ley General de Salud refiere lo siguiente:
“Habrá consentimiento tácito del donante cuando no haya manifestado su negativa a que su cuerpo o componentes sean utilizados para trasplantes, siempre y cuando se obtenga también el consentimiento de alguna de las siguientes personas: el o la cónyuge, el concubinario, la concubina, los descendientes, los ascendientes, los hermanos, el adoptado o el adoptante; conforme a la prelación señalada. El escrito por el que la persona exprese no ser donador podrá ser privado o público, y deberá estar firmado por éste, o bien, la negativa expresa podrá constar en alguno de los documentos públicos que para este propósito determine la Secretaría de Salud en coordinación con otras autoridades competentes”.
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