Por Avelino Gómez
Algo se movió.
El viernes 10 de junio, a mediodía, en Colima, dos mujeres fueron privadas de su libertad por presuntos delincuentes. A esa misma hora, pero en Ciudad de México, otras dos mujeres, la gobernadora Indira Vizcaíno y la jefa de gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum, se tomaban fotos. Firmaron un convenio de colaboración en materia de seguridad. La ironía se percibe a un primer golpe de vista. Ahí está.
Acá, en Colima, la delincuencia volvía a hacer daño a una sociedad ya de por sí lastimada por la escalada de violencia. Allá, en Ciudad de México, la mercadotecnia política y la promoción partidista buscaban hacer un bien a la presidenciable Sheinbaum.
Dos mujeres en Colima, y dos en la capital del país, simbolizaron, en un mismo momento, el horror y las contradicciones del país en el que vivimos.
Casi inmediatamente, después del “levantón” de las mujeres, algo en Colima se movió. La buena noticia fue que, un par de días después, aparecieron sanas y salvas. ¿Qué pasó? Apenas lo estamos asimilando. Pero es un hecho que mucho se debió a la actuación ciudadana, a la solidaridad y al reclamo social.
Fue necesario el plantón, la protesta y el cierre de vialidades para que las autoridades se movieran coordinadamente.
Como nunca antes constatamos que la voluntad gubernamental —negligente hasta la indolencia— requiere presión ciudadana para hacer su labor. Y en este caso también se resalta el valor de ciertas personas que aportaron alguna pista, un detalle visto sobre el suceso, ayudando con ello a encontrar a quienes se buscaba.
En los siguientes días, la propaganda se moverá en el sentido oficialista para aplaudir un logro que no se merece del todo la clase política. Porque todavía hay casos no resueltos, familias que esperan saber el paradero de alguien, víctimas que demandan el cumplimiento de la justicia.
En tanto, en Colima, algo se movió.