Por: Juan Carlos Yáñez Velazco
La Organización de Estados Iberoamericanos [OEI] publicó hace algunas semanas un informe muy breve que tituló “Efectos de la crisis del coronavirus en la educación”, realizado por Ismael Sanz, Jorge Sainz y Ana Capilla.
Se trata de una revisión documental de artículos muy actuales publicados en distintas revistas especializadas, para responder a las preguntas sobre los efectos de la pandemia en el aprendizaje de los alumnos, los salarios futuros de los estudiantes y en la tasa de abandono escolar.
Cada uno de los apartados muestra hallazgos de otros estudios acercándolos a las variables de la circunstancia que atravesamos. Valiosos para advertir que los efectos de la COVID-19 trascenderán el ciclo escolar y precisan acciones estratégicas en el presente y en los próximos meses.
Respecto a los aprendizajes de los estudiantes, la conclusión es que “si las actividades formativas online están bien ajustadas, la metodología y los contenidos son adecuados y el profesorado cuenta con la formación adecuada, los resultados no tienen por qué diferir de la educación presencial. Si no es el caso, la curva anterior puede ampliarse y aumentar la brecha de conocimientos”, por las ventajas que tienen los hogares con mayores posibilidades materiales y económicas, por las plataformas digitales usadas y familias con más alto nivel de escolarización.
En la segunda parte analiza cómo podría repercutir el parón de clases en los salarios promedio de los estudiantes afectados, cuando tengan entre 30 y 40 años; asunto ya investigado en Argentina por la huelga de docentes, a partir de lo cual estiman cuánto podría reducirse el salario anual en los estudiantes españoles, según los niveles de afectación.
El último apartado constituye una de las preocupaciones más extendidas, también con efectos diferenciales por condición socioeconómica: “hay que lograr, afirman, que los jóvenes, especialmente los de grupos de más riesgo, regresen a la escuela y permanezcan en el sistema cuando los centros escolares vuelvan a abrir”. Si el problema ya es crítico en el bachillerato mexicano, un desplome podría ser funesto en la concreción del derecho a la educación.
El informe de la OEI es inquietante. Invita a observar más allá de la punta del iceberg y comprender que en la escuela se jugarán ahora y en el futuro buena parte de la suerte de sectores sociales precarios. Recuerda que se demandarán apoyos decididos de las familias, pero también, acciones estratégicas de las distintas esferas gubernamentales.
La pandemia podría constituir la oportunidad no buscada pero formidable para potenciar las fortalezas del sistema educativo y resarcir rezagos añejos, como el peligro siempre latente de sumir en el atraso pedagógico a los más pobres.