TAREA PUBLICA
Por: CARLOS OROZCO GALEANA
Transitar hacia sociedades cuidadoras, planteó recién Nadine Gasman Zylbermann, presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, o sea un cambio civilizatorio que por un lugar debe comenzar: el Sistema nacional de cuidados. Desde el gobierno federal se está impulsado la creación de este proyecto en ciernes, del cual Inmujeres aparece como la instancia oficial, la gran articuladora, afirmó la funcionaria.
La idea apareció, que luego se convirtió en iniciativa y se elevó a rango constitucional, por los análisis que al respecto hizo la Cepal, que a lo largo de su cometido hace recomendaciones a los países afiliados, y México no ha sido la excepción. En el capítulo de política social, planteó la expansión de la universalidad de los programas actuales de la 4T, priorizar el financiamiento para un sistema nacional de salud con un gasto equivalente a 6 por ciento del Pib y avanzar hacia el establecimiento de un sistema nacional de cuidados.
Así, en noviembre pasado, la Cámara de Diputados elevó a rango constitucional el derecho a cuidar y a recibir cuidado. Y, pensando en las mujeres, también el derecho a que todas las personas lo tengan al tiempo propio. Además, mandata la creación de la ley del sistema nacional de cuidados (SNC). La minuta espera en el Senado para ser aprobada.
Más de 21 millones de mujeres en México no pueden buscar empleo porque ya están ocupadas en casa cuidando de alguien pero sin recibir un ingreso, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). A nivel nacional, ellas aportan el 75% del trabajo del hogar y de cuidados no remunerado. El valor económico que el Inegi calcula para esas tareas equivale a 5.6 billones de pesos, de los cuales mujeres y niñas generan el 74 por ciento. No obstante eso, sólo el 42% de las mujeres tiene un trabajo remunerado, frente a 72% de los hombres, según la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).
El SNC está llamado a ser “la articulación de las políticas, programas y servicios para cuidar a las personas”, pues todas requerimos de cuidado a lo largo de nuestras vidas, explica. Contar con un instrumento de este tipo promovería la igualdad, liberaría el tiempo de las mujeres y crearía oportunidades económicas.
El sistema también servirá para prevenir la violencia contra las mujeres, pues “las sociedades que cuidan son menos violentas”. La hoja de ruta para echarlo a andar será: “Reconocer, redistribuir y retribuir los cuidados”. Este tema debe ser incluido en las discusiones presupuestales, dice, “visibilizarlo, ir trabajándolo en la medida que el sistema se apruebe y articule”.
Tenemos que desterrar la idea de que sólo debemos ocuparnos de nuestros asuntos, que todo lo que suceda fuera del ámbito de lo estrictamente personal, no es de nuestra incumbencia, e incluso llegamos a dejar fuera de esa esfera hasta a nuestras propias familias y amigos, asumiendo que no debemos inmiscuirnos en sus asuntos, encontrando en esa idea la excusa perfecta para desentendernos de ellos. El egoísmo no permite darnos cuenta que el amor humano ha de tener esa función primordial de cuidar a quienes no pueden valerse por sí mismos por enfermedad o vejez.
“Una familia es una minisociedad”, (una pequeña iglesia doméstica para los católicos), planteó claramente la premio Nobel africana 2009 Marie NDiaye, quien definió que allí se pueden encontrar los sentimientos de amor, ternura, afecto, pero también de odio. La familia produce una exacerbación de los sentimientos. Puede ser un lugar de locura. Yo digo que, por la falta de amor, de ternura, las familias se desintegran por esa ausencia fundamental de sentimientos que, en situación normal, las mantiene unidas y en armonía porque sí hay la idea de cuidado de los mayores.
Es claro que debemos evolucionar a una sociedad más sensible hacia los necesitados y que los gobiernos deben procurar la garantía de que nuestra humanidad cumpla parámetros de integridad, de dignidad. Hay mucha gente abandonada teniendo familias grandes que fueron enviados a asilos donde nadie las visita y donde mueren en la soledad.
El cuidar a otros, familiares o no familiares, es una salida del sí mismo para servir a los demás. La persona cuidadora, al cuidar de otros y producir redes de cuidado en la comunidad, está colaborando en la construcción de un mundo más habitable para todas las personas y al mismo tiempo, creando espacios de protección que pueden revertir sobre ella misma en el futuro.
Esperamos más noticias sobre ese sistema humanitario que quiere establecer el gobierno de la 4T. Significaría que nos hemos dado cuenta que la esencia de la vida es la felicidad y que nadie tiene derecho a perturbarla con posturas y definiciones egoístas. Que se imponga el amor humano.
Y si el amor humano se abre paso en medio de la selvas del egoísmo, estaremos en presencia de una comunidad más progresista, más afable, ahora si con gran nivel de esperanza en que, finalmente, habrán disminuido lacras humanas como el odio, la venganza, la crueldad y otras manifestaciones del ser humano que, en vez de escoger el camino del bien, perturban a la humanidad con una visión sanguinaria y destructiva.