El debate de siempre entre capitalinos y porteños

APUNTES PARA EL FUTURO
Por: Essaú LOPVI

Desde que tengo memoria, ha existido una extraña rivalidad entre los habitantes de dos ciudades de mi estado: Colima y Manzanillo y yo la he experimentado en ambos lados.

Permítanme hacer un paréntesis: nací en Jalisco, pero desde mis primeros años crecí en las playas de Manzanillo y posteriormente me formé en las aulas de la U de Colima en su capital homónima.

Ahora, retomando el tema, esta rivalidad social a veces es tan marcada y evidente como un clásico enfrentamiento entre el América y las Chivas, pleito entre hermanos o como la eterna disputa entre los de CDMX y Jalisco.

A pesar de estar tan cerca -100 km- son dos mundos dimetralmente opuestos; la forma de hacer política, periodismo, comida, fiesta , vestirse, hablar y hacer dinero no se parecen en nada.

Esto parece tan marcado que los de Manzanillo incluso tienden a corregir cuando alguien del interior de la República, por simplificar el origen, refiere, ah son del estado de Colima, y los porteños, corrigen inmediatamente – no, de Manzanillo -.

Los del puerto, o Manzanillo para aquellos que no están familiarizados con su ubicación geográfica, han mantenido durante décadas un sentimiento arraigado de que les han arrebatado la categoría de capital en un acto que desde su visión, desafía toda lógica y derecho natural.

Este sentimiento ha alcanzado tal grado que he escuchado, no una, sino muchas veces, frases como: «ustedes serán la capital, pero nosotros ponemos el pan en la mesa», o «somos la capital económica del estado; Manzanillo es lo único que realmente importa de Colima».

Debo admitir que, en cierto sentido, tienen cierta lógica en sus argumentos. Manzanillo, con su puerto interior activo y sus playas paradisíacas, siempre ha captado la atención de la población del occidente de México. Sin embargo, es erróneo asumir que ellos mantienen a flote todo el estado. El puerto y sus actividades son territorio federal, operado por empresas portuarias privadas, y el dinero que se genera por la exportación e importación no es exclusivamente para el beneficio de los manzanillenses, todo se va a las arcas de la Federación.

Por otro lado, los colimenses se enorgullecen de sus tradiciones, su ciudad limpia y arbolada, su acceso a la educación, trabajos burocráticos y la infraestructura cultural. A menudo expresan su opinión sobre Manzanillo diciendo: «Qué flojera ir a Manzanillo, está bien para ir de paso a la playa, pero no para vivir, siempre es un caos. Las vialidades son un desastre con tanto tráiler, es un verdadero caos y huele mal». Y, en cierto sentido, también tienen razón.

Uno de los principales reclamos de los porteños es que, desde su perspectiva, ellos generan la riqueza económica y Colima se lleva los beneficios, lo que supuestamente contribuye a mantener la ciudad capital en buenas condiciones. Sin embargo, esta lógica es falaz. El desarrollo urbano, la movilidad y la calidad de vida están determinados por una variedad de factores, en gran medida el desempeño de las autoridades municipales y las demandas de la población tienen responsabilidad.

Así, los habitantes de Colima y Manzanillo se lanzan mutuamente acusaciones sobre quién se queda con el dinero y quién lo produce.

Cualquier pretexto es suficiente para marcar la línea y las diferencias. Desde mi posición neutral en medio de este pleito, incluso yo he mencionado a algunos de mis amigos foráneos que si la capital tuviera playas como las de Manzanillo, sería la mejor ciudad para vivir en México. Sin embargo, eso solo es una aspiración que al menos dentro de unos 100 mil años por el movimiento de placas tectónicas pudiera suceder.

Lo que ambas poblaciones parecen no reconocer es que Colima es un estado privilegiado en cuanto a geografía, naturaleza y clima. Puedes estar a una hora de distancia y experimentar una diferencia de temperatura de 15 grados en las montañas  a 40 grados en las playas.

Colima capital es una tierra de tradiciones, con una variedad interminable de gastronomía. Su economía se basa en la burocracia, comercio, servicios y alcohol, mientras que Manzanillo se caracteriza por el empleo en la industria portuaria y turística, la fiesta, playas, bares y el alcohol, -Ambos pistean un chingo-.

Sin embargo, mientras ambas poblaciones debaten sobre quién es mejor y quién debería tener el título de capital, la verdad es que nuestros gobernantes nos han llevado a competir en una comparativa nada envidiable y hasta vergonzosa: la de las ciudades más peligrosas del mundo.

La capital, Colima, y su zona metropolitana es la número uno y más violenta de México y del mundo en términos de homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, mientras que Manzanillo ocupa el quinto lugar en esa desafortunada lista.

En lugar de pelear por el título de la mejor ciudad, deberíamos unirnos para exigir que nuestros gobiernos estatales y municipales hagan su trabajo y lo necesario para sacarnos de esa lista de la vergüenza y nos proporcionen las condiciones que nos merecemos.

Manzanillo y Colima son ciudades envidiables, con gente trabajadora, entrona, amable y preparada.  Sin embargo a pesar de estar separadas por solo 100 kilómetros, parecen dos mundos diferentes. Sería beneficioso que acortemos esa distancia y aprendamos a decir que todos somos parte del estado de Colima, dejando atrás rencores sin sentido.