Diario de Educación
Por: Juan Carlos YÁÑEZ VELAZCO
El secretario de Educación, Esteban Moctezuma, desde antes de asumir el cargo, dejó claro que la revalorización del magisterio es una de las prioridades sobre las que se fincará el sexenio educativo. Lo repite incesante. Los primeros hechos y decisiones me dejan dudas sobre el significado de la expresión. En Michoacán, hace diez días, algunos profesores me compartieron incertidumbre semejante.
En el discurso del secretario, que inevitablemente comparo con otros, como Nicolás Trotta, el argentino, encuentro poca profundidad y muchos ecos en su espejo: Nueva Escuela Mexicana y revalorización del magisterio son expresiones que todavía son más adjetivos que líneas o programas sustantivos, y ya pasó un año sin que tengamos visos.
Pero la cuestión no es solamente del titular de la Secretaría de Educación. La pregunta sobre el papel de los maestros y la relevancia de la educación nos interpela a muchos otros actores, políticos, académicos, sociales y medios de comunicación; al propio magisterio, por supuesto. Pero hay distintas responsabilidades, y algunos deben responder primero: ¿qué significa para el nuevo gobierno la revalorización del magisterio? ¿Es una prioridad la educación para los gobiernos?
Las dificultades financieras que atraviesan en este momento distintas estructuras del sistema educativo, o los recursos para la actualización de maestros en servicio, contradicen los discursos sobre la relevancia del magisterio o, por lo menos, la ponen en tela de juicio. En Colima hoy tenemos un hecho inaceptable: hace 54 días los maestros de los subsistemas EMSAD y TBC, educación media superior a distancia y telebachillerato comunitario, no han cobrado su pago quincenal. Hablamos de 45 escuelas donde laboran 260 maestros y se atienden 3,029 estudiantes.
El secretario de Educación en la entidad, Jaime Flores Merlo, hace días, en rueda de prensa, expuso documentos para demostrar que sus oficinas cumplieron en tiempo y forma los requerimientos del presupuesto para ambos subsistemas, del orden de 55 millones de pesos a cubrir con recursos federales y estatales. Es el gobierno federal, entonces, quien no ha radicado el dinero para cubrirles el pago a los maestros.
No sé con exactitud dónde está el nudo que impide la radicación de los recursos, ni quiénes los responsables, pero sé que cualquier argumento es inadmisible y tendría que desatar nuestro respaldo y solidaridad, el de los colegas de profesión y el de los ciudadanos, al margen de partidos y fobias. El impago es inaceptable; su postergación indigna.
Hace días hablé con un profesor que labora en telebachillerato comunitario. Su comentario es elocuente, palabras más, palabras menos, confesó: me gustaría estar pensando en mi clase nada más, pero no puedo dejar de distraerme en las necesidades que también debo cubrir.
¿Con discursos y palabras, que de tan repetidas se vuelven huecas, se revalorizará al magisterio? Nunca hubo tiempo para la impostura, hoy menos.