EN MI HUMILDE OPINIÓN
Por: Noé GUERRA PIMENTEL
Cuando un dirigente cualquiera, sea representante de una asociación, grupo empresarial, gremio sindicalista o el mismísimo presidente de la República le agarra gusto al poder, buscará quedarse el tiempo posible, perpetuarse, aunque, para el caso del presidente, la Constitución se lo impide ¿Cuál ha sido la solución para algunos? La historia lo consigna, designar sucesores a modo, peleles, títeres que ocuparán el cargo y harán lo que el que les puso ordene, oculto, fuera de las miradas indiscretas si su ego se lo permite, incluso desde el mismo Palacio Nacional.
Él, les “aconsejará” y, sus sucesores, a valores entendidos, obedecerán. Tal cual fue la esencia de una etapa histórica de México conocida como el Maximato. Período que va de 1924, cuando Plutarco Elías Calles recibió la presidencia, a 1934, cuando la dejó a Lázaro Cárdenas. El Maximato es, pues, un periodo marcado por la omnipresencia e influencia de Calles, tiempo en el que se sucedieron 3 presidentes: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, quien renunció y Abelardo L. Rodríguez, todos tachados de pusilánimes. Calles no fue el primero ni ha sido el último con esta inclinación desde el poder en nuestro país, pocos han evitado esa perniciosa obsesión.
Alvaro Obregón, fue presidente del 1º de diciembre de 1920 al 30 de noviembre de 1924. El Manco, era reconocido por muchos como el último caudillo de la Revolución, un movimiento de luces y sombras, en general desordenado y en el que al final acabaron matándose unos a otros. Aunque la historia oficial lo desconoce, las evidencias indican que Obregón mandó eliminar a Pancho Villa y a Venustiano Carranza como a otros; pero volvamos, al sonorense ya lo había encariñado el poder, sin embargo, la no reelección constitucional le impedía repetir.
Aun cuando el gran postulado de la Revolución había sido la no reelección. Eso no importó, la solución fue simple, solo impondría a su sucesor, quien le obedecería, protegería sus intereses y, lo más importante, arreglaría su regreso. El elegido fue su entonces secretario de gobernación, Plutarco Elías Calles, hombre de todas sus confianzas, quien el 1 de diciembre de 1924 recibió la banda presidencial de manos del caudillo, el que desde antes había anunciado que se retiraría a su hacienda La Quinta chilla, en Sonora, según, para dedicarse a sus asuntos y a escribir sus memorias. Nadie lo creyó, a cuál más sabían que quien gobernaba era él, mientras Calles obedecía.
Lo hizo, cuidando la imagen de sumisión frente a su jefe, respetando y hasta alentando su propósito de regresar a la Presidencia, a la par iba construyendo una narrativa en la que planteaba reformar al país, soltando, con ese pretexto, que la voluntad de un solo hombre no bastaba y que la dirección del país debía orientarse desde las instituciones. Aspecto en el que discretamente obró en consecuencia con la creación de los primeros organismos autónomos del Estado.
Llega 1927 y Calles se vio inmerso en los asuntos que le llenaban la agenda. Entre otros, el tema petrolero con EUA, la guerra cristera y las elecciones presidenciales, este último, más que todos y para el que promulgó la reforma constitucional para permitir la reelección de Obregón, no sin polémica; hubo quienes reprobaron el hecho, militares, sobre todo, incluso varios complotaron y, como resultado, murieron en extrañas circunstancias, igual que otros opositores descubiertos en el camino, incluyendo excolaboradores.
Nadie le compitió a Obregón, ya electo sufrió más atentados, uno en noviembre de 1927 en Chapultepec, sobrevivió; días después otro en Orizaba Ver., también la libró; sin embargo, el martes 17 de julio de 1928 sería su último amanecer, a las 14:20 horas, fue asesinado en el restaurante La Bombilla. Un fanático religioso fue señalado como único culpable; no obstante, años más tarde, en un reportaje publicado por Excélsior, trascendió que, según su autopsia, no había muerto solo por los 6 disparos que a centímetros de la cara y el cuerpo que, como asesino solitario, le había hecho José de León Toral, sino también por los otros 13 balazos de diferentes calibres, distancias y trayectorias…