Pocas celebraciones mexicanas son tan reconocidas en el mundo como el Día de Muertos, esta fama no se entiende sin las aromáticas ofrendas, el color del cempasúchil y el sabor del pan de muerto.
Aunque los historiadores mencionan que el origen del pan de muerto se remonta a la época prehispánica no es sino hasta el virreinato donde este manjar adquirió las características que hoy todos conocemos: su elaboración con trigo y azúcar.
A lo largo del país, se prepara con diferentes recetas e ingredientes. En el centro se espolvorea con azúcar, mientras que en Michoacán se elabora con pan de hule o en Oaxaca con pan de yema.
La tradición dicta que el pan de muerto se come cada año en noviembre y forma parte de las ofrendas y altares.