El Papa como actor político internacional.
Por: Mariana Lizette PÉREZ OCHOA
Me gusta analizar al Papa como un actor político y social, más allá de su representación religiosa. Su figura no sólo tiene un rol espiritual, sino que también representa uno de los liderazgos más influyentes del mundo a nivel diplomático, cultural y mediático. Como jefe de Estado del país más pequeño del planeta, el Vaticano, el Papa encabeza la denominación cristiana más numerosa: la Iglesia Católica. El cristianismo, considerando todas sus ramas (católica, protestante, ortodoxa, entre otras), cuenta con aproximadamente 2,400 millones de seguidores en el mundo. De ese total, cerca de 1,300 millones pertenecen a la Iglesia Católica.
Este poder no se limita a lo religioso. El Papa es una figura altamente mediática y estratégica, escuchada no solo por creyentes, sino también por jefes de Estado, embajadores, actores internacionales y medios de comunicación. Su palabra tiene peso en conflictos internacionales, políticas nacionales y debates sociales. Además, su influencia trasciende incluso a quienes no profesan la fe católica: muchas personas —incluso fuera del ámbito religioso— se ven interpeladas por sus posturas éticas, sociales y políticas. Su liderazgo, por tanto, encarna una forma de poder blando (soft power) con alcance global y profundo impacto cultural.
Durante su papado, Francisco, quien sabe destacar que fue el primer Papa latinoamericano, asumió una postura que sorprendió por su tono crítico y progresista en varios temas. Por ejemplo, durante su visita a Canadá pidió perdón por la participación de la Iglesia en la separación violenta de niñas y niños indígenas de sus familias, así como por los abusos cometidos en las escuelas residenciales. Este gesto, aunque simbólico, fue un paso importante hacia el reconocimiento de violencias históricas.
También marcó un precedente al otorgar el perdón a todas las mujeres que abortaron. Considerando que las creencias religiosas siguen siendo uno de los principales motivos por los cuales el aborto es satanizado y criminalizado, este pronunciamiento significó un avance relevante en la reconciliación entre derechos reproductivos y creencias personales, a pesar que las personas creyentes siguen cuesitonandolo aún viviendo del Papa, quien se consideraría la máxima autoridad católica.
A lo largo de su pontificado, Francisco se posicionó sobre temas complejos: se pronunció formalmente sobre el cambio climático, abrió históricamente las puertas de la Iglesia a la comunidad LGBT+, cuestionó la estructura patriarcal interna nombrando a más mujeres en puestos de poder, criticó las políticas de deportación de migrantes por parte de Estados Unidos, e impulsó mayor transparencia en el manejo económico del Vaticano.
Incluso, durante su visita al Palacio Nacional en México, lanzó una crítica fuerte sobre la migración, la inseguridad, el combate al crimen y la corrupción. Aunque fue un mensaje dirigido a toda la región, el hacerlo en suelo mexicano generó un debate público inmediato y orientó a actores políticos y ciudadanía hacia una mayor exigencia de resultados.
Sin embargo, aunque estos avances resultaron urgentes y necesarios en un mundo atravesado por crisis sociales, económicas y ambientales, también generaron resistencia. Los sectores conservadores dentro de la Iglesia actuaron como contrapesos permanentes a su liderazgo. Y ahora, con su muerte, se abre un panorama incierto: su ausencia podría dejar espacio a posturas más radicales o ultraconservadoras, diluyendo con rapidez los logros alcanzados. La ultraderecha tomando fuerza en las grandes potencias podría ser un indicador de lo que se viene en el Vaticano, aunque hay candidatos o “papables” con ideas muy similares a las de Francisco.
Hay quienes, como yo, cuestionan la autenticidad de algunos discursos progresistas en un entorno tan estructuralmente conservador como la Iglesia Católica. No obstante, eso no borra la importancia de lo que su figura representó en materia de derechos humanos. Quizás no logró avanzar tanto como hubiera querido, pero en medio de tanto retroceso global, su voz fue una brújula ética para millones.