LECTURAS
Por: Noé GUERRA PIMENTEL
El contexto. La ciudad capital del Estado de Colima es, a no dudarlo, un gran jardín. La panorámica es espectacular desde dónde se le quiera ver.
Sea desde el cerro de la Cumbre como desde la bajada de Loma de Juárez y, por el norte, desde los rumbos de Comala o Cuauhtémoc; el caso es que en todas las vistas las imágenes de la ciudad son evocadoras gracias al diverso arbolado de las casas, camellones, parques y jardines; exúbera vegetación que, en sus varios matices, como el intenso amarillo primaveral de esta temporada, resaltan del entorno natural. Uno de esos espacios que al paso nos llenan los ojos de verde, es el de la calzada Galván a la altura de la exzona militar, dominio que oficialmente fue entregado el 19 de febrero pasado y que hasta el 21 de noviembre del año anterior albergara a los efectivos adscritos a la 20ª. zona militar que ya se trasladaron a las afueras, al sur, a sus nuevas y, como se aprecia, más funcionales instalaciones.
La inquietud. Hará poco más de tres lustros cuando como miembro activo de la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores, abiertamente planteé la necesidad de que como agrupación de la sociedad civil pudiéramos sugerir la reubicación de la zona militar, una propuesta que para algunos, según vi, resultó ofensiva, para otros descabellada y, para la mayoría, imposible, tan fue así que luego de discutida fue rechazada; no obstante, mis principales argumentos que indiciaban los riesgos que ya ofrecía ese cuerpo ahí y la complicada movilidad que para un caso de emergencia pudiera demandar la guarnición en el sitio donde se encontraba, prácticamente estrangulada por la mancha urbana. Para muestra puse los tres accesos de la Galván, el del sur prácticamente sin uso, el del centro con salida restringida y el del norte, donde después se instalaron semáforos continuos apenas a una distancia de menos de 10 metros uno del otro.
La historia. Hablamos de un terreno de 15 hectáreas en el que haciendo un breve recuento cronológico se debe recordar que la edificación principal o fachada es centenaria, histórica, de finales del siglo antepasado, concebida para que fuera el hospital civil “Porfirio Díaz”, lo que se malogró con la revolución quedando a medio construir en su nave principal de acceso, techos e interiores que paulatinamente fueron derrumbados por los sismos hasta quedar como ruina y, como tal, por décadas en el abandono. Por otro lado, hay que apuntar que el 2 de marzo de 1923, con la rebelión de Agua Prieta, el país fue seccionado en zonas militares, como consecuencia se estableció un cuartel en Colima, mismo que funcionó sobre la actual calle Revolución esquina con Hidalgo, frente al jardín “Gral. José Silverio Núñez”, añejo inmueble aquel de madera y adobe de dos plantas y techado a dos aguas que, afectado por los sismos de 1932 y el de 1941, se optó por abandonarlo trasladando al cuerpo militar a la previamente desincorporada y ya rehabilitada finca de la Calzada Pedro A. Galván, cuartel donde el cuerpo castrista operó por más de 70 años desde los tiempos del gobernador Manuel Gudiño (1943-1949).
La decisión. A raíz de la desocupación definitiva del lugar y reincorporación al patrimonio estatal ahora el revocacionamiento de dicho predio parece representar un problema. Varias voces de la llamada sociedad civil y ciudadanos en lo particular se han levantado y hecho sugerencias variopintas, al principio airadas ante la presunción de un uso mercantil a favor de empresarios locales, pretensión que al parecer fue frustrada con el establecimiento de una comisión ciudadana convocada por el Ejecutivo, que, se sobreentiende, integró sin renunciar a su responsabilidad constitucional, pero sí con el propósito de que esta fuera la que, con criterios específicos, determinara el mejor uso para ese, para algunos, apetecible sitio.
Advertencia. Mayúsculo compromiso, si nos atenemos a la influyente participación ciudadana que cada vez tiene más foros desde los que libremente se manifiesta contra lo que considera un agravio o que vea contra de la opinión mayoritaria. De tal manera que la función de la comisión no será solo legitimar una disposición ya tomada a favor, en el peor de los casos, de la voracidad de algunos oportunistas que, como se ve, ya empiezan a chantajear, sino realmente entrar al fondo del tema y salomónicamente tomar la mejor decisión, decisión que además de democrática deberá ser legal, transparente, justa y, sobre todo, convincente. Quienes actúen en contrario, estarán equivocados.
RECADITO: Para este martes los cercanos al presidente López Obrador deberán estar atentos para, de acuerdo con su lema, evitarle la cercanía de cierto mercenario local especialista en la manipulación, el tráfico de influencias y la impunidad al amparo del poder.