Para Pensar
Por: Carlos M. HERNÁNDEZ SUÁREZ
El problema de México para controlar la inseguridad no radica en la falta de voluntad, fuerza, dinero o inteligencia, pues todo eso existe. El verdadero problema está en la manera en que se toman las decisiones. Todas pasan por el filtro político, y la principal consigna es: “El que se mueve, no sale en la foto”.
Hace algunos años, ante la ola de problemas que surgían entre los usuarios del servicio de taxis, logré convencer a los líderes taxistas de instalar un sistema que hiciera sentir segura a cualquier persona que abordara un taxi, sin costo alguno para el pasajero. Antes de subir, el usuario escanearía un código QR en la puerta del taxi y, desde ese momento, quedaría todo registrado: el vehículo, el conductor, el pasajero, el lugar de ascenso y descenso, un botón de pánico, etc. Básicamente, un servicio similar a Uber, pero sin el costo de Uber. El sistema evitaría que usted se subiera a un taxi pirata, así que los taxistas ganaban también.
Acordamos que cada taxi aportaría 5 pesos diarios, una cantidad mínima para cubrir los gastos. Al final del día, el beneficio a la comunidad resultaba mucho más valioso que el lucro o el reconocimiento personal. Realicé una inversión importante y pedí apoyo a algunos amigos para solventar gastos. Así, completamos el sistema.
Sin embargo, una vez terminado, a los líderes les pareció caro pagar 5 pesos diarios. Redujimos la cuota a 3 pesos, es decir, nada, y, en un principio, aceptaron. Pero surgió alguien que dijo que eso era muy sencillo de hacer y que él tenía un hijo especialista en informática capaz de desarrollar algo parecido gratis, y la palabra gratis pesó más. Ahí quedó todo. Nunca nadie completó nada.
Tuve que reintegrar de mi bolsillo la aportación de mis amigos y absorbí las pérdidas del desarrollo.
Con el afán de que el sistema se utilizara, unos meses después viajé a la Ciudad de México junto con un amigo de Colima y, el 1 de noviembre de 2019, en una reunión en la Comisión Nacional de Protección Civil (CNPC), dependiente de la Secretaría de Gobernación (SEGOB), doné formalmente el sistema. La titular de la Dirección General para la Protección de Riesgos firmó el acta de recepción.
Aquella versión era todavía más completa, pues permitía identificar a las personas que quedaban atrapadas en un edificio tras un sismo. Como todos sabemos, lo primero que queremos saber cuando un edificio colapsa es quién se quedó dentro. En otras palabras, se trataba de un sistema muy completo.
Tengo en mi poder el acta donde doné el sistema. Han pasado cinco años y ese sistema ya está obsoleto. Nunca se implementó, jamás se usó.
Miles de desarrollos en México, relacionados con la conservación del agua, el medio ambiente, la producción agrícola, el transporte, la salud y la energía, entre muchos otros, terminan desperdiciados en un cajón. Cada sexenio, alguien lo abre, le da una sacudida y promete que ahora sí, que el pasado quedó atrás, que esta vez el impulso a la ciencia, la tecnología y la innovación es real.
Nada cambia. Pero hay que seguir intentándolo.