En palabras Llanes
Por: Alberto LLANES
Hace una semana me comí la noticia de que José Agustín había fallecido. No tuve oportunidad de conocerlo en persona; quizá no hice la ocasión o no sé, pero es una de las personas que me hubiera encantado haber conocido, charlado con él.
Sabía que vivía en Cuernavaca, que siempre fue escritor Acapulqueño, aunque, en realidad, nació en Guadalajara, que su estilo fue único e innovador y quizá eso fue lo que me conectó muy rápido y de manera muy sencilla con sus textos. Así como conecté con los demás autores de la llamada literatura de la onda: Parménides García Saldaña, Gustavo Sáinz «a quien si tuve oportunidad de conocer en vivo cuando vino a recoger su premio Narrativa Colima para Obra Publicada por la novela A troche y moche», René Avilés Fabila «a quien también tuve oportunidad de conocer en persona», Armando Ramírez, entre otros.
José Agustín llegó a mí cuando estaba en búsqueda de mis primeros escarceos amorosos, sexuales, alcohólicos y fumadores; de pronto, ahí estaba De perfil, una novela imperdible, bueno, diré que se me perdió varias veces, porque la presté y, como suele sucede con los buenos libros, jamás regresó a mí; es más, tiempo después la compré para tenerla conmigo y es fecha que ese libro, en físico, no lo tengo. Lo que estoy releyendo ahora mismo es una versión en PDF que bajé de la página lectulandia; haré el intento de comprarla oootra vez. En fin. Así pasa con las buenas historias, brincan de lector en lector, de librero a librero, de casa en casa, de vida en vida…
Decía que a mi vida llegó De Perfil, firmada por un tipo que se identificada nada más con dos nombres: José Agustín; empecé su lectura y descubrí a un personaje que, como yo, estaba buscando sus primeras aventuras-travesuras-divertimentos y que, como yo, era muy fumador. De ahí se desprenden otros personajes: Humberto y Violeta, papás de este joven rebelde, rockero, aventurero y aventado, ahí mismo explica porqué no les dice papá o mamá y les llama nada más por su nombre. Está también un hermano jodón que a veces me pone de malas, pero que a veces también tiene cosas chidas. Y el personaje que nos va narrando la historia, que tiene sus escarceos sexuales con la sirvienta, con una rockera que es un tiro y así puro rock, pura fiesta, puro tirar belleza. El libro, se decía en mi época, es para ser leído con una mano porque con la otra… ya se imaginarán. Aquí quiero rescatar un comentario que leí en un post Facebookero de mi querido amigo y contlapache Guillermo Vega Zaragoza sobre una crítica que le hicieron al propio José Agustín sobre su libro La tumba, pero que nos termina sucediendo con De perfil, dice la cita:
Alguna vez dijo José Agustín que la mejor crítica que le habían hecho acerca de un libro suyo fue la de un amigo al que le dio a leer La tumba, su primera novela, y le dijo: “Está muy bueno tu libro. Se me paró cuando lo estaba leyendo”.
Igual me pasó «nos pasó, a Guillermo Vega y a mí» con De perfil.
La novela, entonces, narra las aventuras de este chamaco, y lo hace con un lenguaje jovial y atrevido «aunque, quizá para mi época, (yo leí esta historia en los noventa), ese lenguaje ya era viejo», pero no dejaba de conectar con mi forma de pensar, de sentir, de vivir, de hablar, de beber alcohol, de fumar y de vivir el rock, las mujeres y mucho más… José Agustín vino a quitarle lo sublime a la literatura y nos enseñó que ésta podría ser entretenida, divertida, audaz, fresca, juvenil y escrita con mucha calidad.
A partir de esa lectura fui conociendo más textos del autor guerrerense, La tumba fue otra novela que me dio tremenda bofetada, como cuando haces enojar a una mujer por algo que dices o haces y ¡tras!, te voltea el rostro con una de esas; por cierto, pocas, muy pocas cachetadas he recibido en mi vida, cosa que me lleva a pensar que jamás he tratado mal a una mujer y si me han cacheteado, ha sido por gusto «o juego, semana inglesa, por ejemplo», por algo de un momento y sí me lo merecía o por mera pasión sexual y nada más.
Varios días traje la novela La tumba, vaya la redundancia, dando tumbos en mi cabeza, no me la podía quitar de encima hasta que vino otro libro. «Dicen que un clavo saca a otro clavo» y en este caso así fue. La panza del tepozteco fue otra historia que me hizo vibrar; entonces el autor de los dos nombres se convirtió en mi favorito, el de cabecera, empecé, incluso, a escribir como él, claro, guardando las proporciones y el nivel; él a final de cuentas siendo Godzilla, y yo quién sabe si le llegue a los tobillos de Godzooki. En fin.
Ciudades desiertas me atrapó y la leí en una hora, ya era estudiante de la Falcom en aquellos días y recuerdo que vivía en la Juan José Ríos, esa tarde leí como descocido, como si no hubiera un mañana, después de Ciudades desiertas me pasé a leer Yonqui de Burroughs, mejor conexión literaria no podría existir o sí, pero esa fue ideal. Después de leer como si no hubiese mañana, me fui a beber alcohol con mis amigos y tuve sexo como marcan los cánones de un ondero.
El rey se acerca a su templo en realidad son dos novelas que interactúan muy bien entre ellas y trastoca las buenas costumbres y es, como la mayoría de las novelas o historias del gran José Agustín, provocativa, divertida, irreverente; se publicó por vez primera en 1978, año en el que nací, por cierto.
Sin duda hice mucho clic con el autor porque en todas sus historias me siento yo el personaje, o las situaciones que narra me pudieron o me pasaron a mí. Quizás el lenguaje tan desenfado que utiliza, quizás porque narra las situaciones de un joven que, como yo, está, estuvo o estará en la búsqueda de sus primeras experiencias en varios sentidos, quizá porque habla del rock y yo, definitivamente, conecto con esa expresión musical, o quizá es por todo esto y mucho más… sea por el motivo que sea, es imprescindible leer la narrativa de José Agustín el autor que se firma con dos nombres haciendo trizas sus apellidos que, quizá, eran muy comunes y mejor trató de ocultarlos; apellidaba Ramírez Gómez.
Desde hace tiempo sabía que el maestro estaba enfermo; hace unos años se cayó feamente en un teatro y ahí dudé de su estado de salud, pero, afortunadamente, salió bien librado. Hace una semana me comí esta noticia, una noticia que temía desde hace tiempo. Si bien ya no publicaba nada nuevo, yo siempre esperaba el último o su más reciente libro. Sin embargo, aún me faltan algunos por leer y, como siempre lo he dicho, el mejor homenaje que le podemos hacer a un autor es leyéndolo y me pondré hacerlo. #GraciasPorTanto José Agustín…
A manera de chisme diré que José Agustín así, con el puro poder de la palabra escrita, enamoró a Angélica María cuando ésta leyó De perfil; la llamada novia de México tuvo un tórrido romance con el autor que no tuvo un buen final porque resulta que José Agustín ya estaba casado con la muy guapa también Margarita Bermúdez. Una muestra más del poder cautivante que tiene la palabra escrita y José Agustín la tenía.
El rey ya está en su templo…