Dislates
Por: Salvador Silva Padilla
«Es indispensable hablar de libros en un momento en el que ya no parece ser tan importante» Una cierta idea del mundo, de Alessandro Baricco
Heme aquí, reanudando mi columna Dislates. Y sí: «Como decíamos ayer…»
En esta ocasión hablaré de un libro que me fascinó. Una cierta idea de mundo, de Alessandro Baricco. (Anagrama, 2020). Reúne reseñas semanales donde recomienda la lectura de libros y lo hace de una manera tan particular como solo lo puede hacer Baricco. Así que otro mérito, en lo absoluto menor, es que es una obra que sugiere la lectura de otras 52. Bien visto, con esta colaboración estoy recomendando 53 libros en uno. (No podía reanudar mi columna de mejor manera).
Los libros que comenta Baricco no son tanto de autores clásicos (aunque los hay) ni farragosos, (aunque también los haya) sino de obras que le parecieron las 52 mejores que leyó entre 2002 y 2012, aunque la mayoría habían sido publicadas con anterioridad. Dos ejemplos: reseña la Autobiografía de Darwin y las Historias de Heródoto.
Hago mía la afirmación de Baricco cuando señala que es «indispensable hablar de libros en un momento en el que ya no parece tan importante, cuando parece más fácil hablar de cine o de política. “…sin embargo ahí están siempre los libros, a miles, y ahí siguen, exponiendo una sociedad de placeres pacientes que, silenciosamente contribuyen al desarrollo de la inteligencia y la fantasía».
Para que se den una noción del contenido de Una cierta idea de mundo: Inicia recomendando Open, las memorias de Andre Agassi. Al respecto Baricco señala que un libro te atrapa cuando te hace una de estas cuatro preguntas: «¿Quién es el asesino? ¿Acabará el protagonista encontrándose a sí mismo? Pero, ¿se casan al final? ¿Cuál de los dos gana?» y dice que Open responde tres de las cuatro preguntas, aunque también agrega lo que hacía el padre: «lanzarle 2 mil 500 pelotas diarias a un niño de 7 años, es un tipo de envenenamiento metódico” .
Desayuno en Tiffany’s de Truman Capote. Cómo no leer esta obra cuando Baricco afirma: «Lo máximo para un escritor sería haber escrito Un desayuno en Tiffany’s, o bien A sangre fría. Escribir tan solo uno de esos libros ya sería una hazaña». Y agrega: «me cuesta entender cómo Truman Capote pudo concebir y escribir las dos obras. Por pura lógica el autor de A sangre fría tendría que sentir ganas de vomitar leyendo Un desayuno en Tiffany’s y viceversa». Más adelante aclara que de «haber tenido el privilegio de conocer a Capote me habría parecido insoportable». Lo cual no obsta para recomendar ampliamente su obra.
Un par de frases de Baricco que me atraparon: «Con el tiempo me ha alegrado descubrir que cierto tipo de cuentos… han originado toda una selva de libros que casi siempre he amado, pero de lejos, como se puede amar un lugar en el campo al que no te irías a vivir ni muerto».
De El hereje y el cortesano. Spinoza, Leibniz y el destino de Dios en el mundo moderno, de Matthew Stewart dice que la historia del encuentro entre ambos filósofos «parecía haber sido escrita por un guionista de Hollywood; los dos eran magistralmente antitéticos, tipo Borg y McEnroe».
En Napoleón a Moscú de Anka Muhlstein. Cuando Napoleón decide invadir Rusia, el emperador viajó con una pequeña biblioteca ambulante de 3 mil volúmenes. Marcharon 400 mil soldados, así como 100 mil reses. (Todo eso lo sé por la reseña de Baricco, por supuesto). El zar Alejandro, estaba en un baile cuando le informan que los franceses se acercan. (Y aquí aparece de nuevo Baricco): «Sus generales, para los que combatir contra Napoleón era algo parecido a jugar contra el Barcelona de Pep Guardiola, optaron por una solución provisional: ganar tiempo y organizarse». Podemos decir que, en términos futbolísticos, se echaron para atrás con todo y camión. Así, mientras el ejército de Napoleón esperaba «derribar la puerta de entrada a Rusia, se toparon con que la puerta estaba abierta y la casa vacía». No solo no había ejército esperándolos, tampoco había gente… ni comida . Habían desaparecido todos. El emperador Bonaparte al fin del mes se dio cuenta que, sin combatir, había perdido el mismo número de hombres que si lo hubiera hecho. Pues sabía que los ejércitos —y en especial el suyo—, «son animales que viven de la lucha y se consumen en la espera».
Una cita más de las muchas que me parecen formidables: «Yo más bien pienso que la razón por la que uno sigue leyendo… no debería ser que quiere llegar a ningún lugar, sino que quiere permanecer donde se está. No leí El Guardián entre el centeno o Cien años de soledad para saber cómo terminaban. Me apetecía quedarme el mayor tiempo posible en esa luz, o levedad, o precisión, o locura. La literatura es un paisaje, no termina en ninguna parte. Está ahí y punto”.
Baricco ejemplifica la trama de un buen libro con disfrutar del paisaje, respirando el aire puro de la montaña en una mecedora. Y luego invita a que dejemos de mecernos. «No es lo mismo, ¿verdad?, la trama en un buen libro es el balanceo de la butaca. Y es también el viento que dibuja la hierba de ese campo, el paso de las nubes… La trama es lo que se mueve en el paisaje de la escritura, dándole vida” ( La trilogía Adamsberg de Fred Vargas).
Por todo esto y más recomiendo Una cierta idea de mundo. De hecho, ya estoy leyendo dos libros reseñados por Alessandro Baricco. Y me atraparon.