Miniaturas
Por: Rubén Pérez Anguiano*
Un breve escándalo recorrió las redes por la revelación de algunos nombres relacionados con un expediente del caso Epstein. No se dijeron muchas cosas nuevas, si acaso se aprovechó el momento para lastimar a quienes fueron mencionados tangencialmente, sin que constara su participación en los actos siniestros del abuso. Pero lo más destacado del caso es lo que menos se dice. Intentémoslo…
Los abusadores de menores de edad están entre nosotros. Es uno de los abismos del alma humana. Es difícil dar con ellos considerando que poseen una personalidad manipuladora, rebosante de máscaras de respetabilidad. Ocurre en todos los niveles sociales.
Cuando ese tipo de personalidades se combina con un alto poder político o económico surge la tormenta perfecta. Es lo que ocurrió con el millonario Jeffrey Epstein, capaz de vincularse a las más altas esferas del poder norteamericano, incluyendo familias presidenciales y jerarcas de la industria cinematográfica. Por supuesto, no todos los involucrados en algunos de sus vuelos privados, visitas a sus inmuebles o estancias en su famosa isla tendrían conocimiento claro de lo que ocurría a su alrededor, pues las personalidades sociópatas pueden funcionar en distintos niveles y solo se abren (se quitan la máscara) en los momentos de confianza plena. Pero vaya, digámoslo también, la sola sospecha de que alrededor de Epstein ocurría algo era más que suficiente para tomar un poco de distancia y muchos no lo hicieron.
Pero el caso Epstein es solo uno entre muchos más que deambulan por allí. Una víctima lo dijo con claridad: “los monstruos siguen afuera”. Quizás aquí, en nuestro propio estado, en nuestra ciudad, barrio o colonia algunos aguardan entre las sombras, dañando a los seres que los rodean y acumulando cosas terribles que algún día saldrán a la luz.
Las víctimas de Epstein y de su cómplice, la sofisticada Ghislane Maxwell, pueden superar los centenares. Se trata de chicas menores de edad arrojadas a la más terrible de las manipulaciones sexuales para solaz de esa pareja y de sus invitados. Es posible asomarse a ese mundo gracias a los documentales de Netflix: “Jeffrey Epstein, asquerosamente rico” y “Ghislaine Maxwell, asquerosamente rica”, ambos estupendos a pesar de lo sensacionalista de sus títulos.
Lo que arroja el caso Epstein es que el mal puede resultar fascinante. De hecho, es uno de los poderes atribuidos al mal: seducir sin obligar. La imagen de que el mal obliga es infantil. Eso lo hacen los asaltantes de calle y los sicarios en chancletas que deambulan por allí. El verdadero mal opera de otra forma: lo que hace es abrir la puerta al lujo, al placer, a la ganancia ilícita y después se sienta a esperar. Si el convidado cae lo hará por su propia voluntad.
Cuando el joven abogado Harker llega a visitar al conde Drácula a su castillo para apoyarlo en trámites inmobiliarios, el extraño personaje le dice “¡Entre con libertad y por su propia voluntad! Deje algo de la alegría que trae consigo”. No lo empuja ni lo maniata para entrar. El otro debe hacerlo por su propio pie. Es una de las mejores expresiones literarias del significado del mal y de su peculiar mecánica.
Así lo hacía Epstein: ponía al alcance placeres prohibidos, quizás anhelados en secreto, en un entorno de riquezas, poder e impunidad. Muchos cayeron en esa red y hoy se enfrentan al abismo de sus propias debilidades.
Quienes cayeron en esa tentación, aguzados por el lado oscuro de su propia alma, quizás se arrepentirán toda su vida. Algunos por estar expuestos y manchar para siempre su nombre. Otros, quizás, se darán cuenta de su pecado hasta en su lecho de muerte, pues podremos engañar al mundo, pero no podremos engañarnos a nosotros mismos, sobre todo al final, cuando los discursos que nos hemos repetido se vayan y las máscaras nos abandonen frente a la última certeza.
*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 55 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo, ensayo y fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policiaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.