COLIMA.- El pasado sábado por la noche, justo cuando el reloj marcaba las 8:10 p.m., el cielo del occidente mexicano se iluminó con una estela brillante que recorrió el firmamento a gran velocidad. Testigos en Colima, Jalisco, Michoacán y Nayarit quedaron asombrados. ¿Qué fue eso? ¿Una estrella fugaz, un meteorito, un satélite cayendo? La explicación vino de la voz autorizada del doctor Santiago Arceo, astrofísico, quien conversó con nosotros para despejar todas las dudas.
Lo que se presenció aquella noche fue el reingreso a la atmósfera terrestre de la tercera etapa de un cohete Long March 3, parte del programa espacial chino.
Este tipo de cohetes —que tienen décadas en operación— son fundamentales para colocar satélites en órbita. El objeto que se desintegró en nuestra atmósfera pesaba aproximadamente 18 toneladas y viajaba a más de 27 mil kilómetros por hora.
La fricción con el aire generó un calentamiento extremo, lo que resultó en su incineración parcial antes de tocar el suelo.
A pesar del impacto visual, no hubo ningún riesgo para la población, ya que la mayoría de los fragmentos se desintegraron en el aire y los restos más pesados probablemente cayeron en el océano Pacífico. «No se tienen reportes de daños ni de fragmentos importantes recuperados», aseguró Arceo.
Basura espacial: un fenómeno creciente
El evento del sábado es solo una muestra de lo que está por venir. La llamada basura espacial —restos de cohetes, satélites inactivos y fragmentos de colisiones— se ha convertido en una preocupación constante para la comunidad científica. Actualmente, se estima que alrededor de mil objetos de más de 10 metros orbitan nuestro planeta, además de miles de fragmentos más pequeños.
Y no es solo China. Estados Unidos y Rusia, con sus programas espaciales, también contribuyen al creciente número de lanzamientos. Satélites para telecomunicaciones, monitoreo climático y hasta fines militares saturan diferentes capas de la atmósfera terrestre.
Algunos objetos se quedan dando vueltas en órbitas geoestacionarias o ecuatoriales hasta que, por fricción, colisión o influencia solar, reingresan de forma descontrolada.
¿Dónde caen? ¿Qué riesgos existen?
La mayoría de los reingresos no suponen peligro. La atmósfera funciona como un escudo natural que desintegra la mayor parte del material antes de que alcance el suelo.
De hecho, cerca del 70% de los restos terminan en el mar, y un punto clave para estas caídas controladas es el Punto Nemo, una zona en el Pacífico Sur a más de 2 mil 800 km de la civilización más cercana. Es el «cementerio» de satélites por excelencia, un lugar donde incluso la Estación Espacial Internacional será dirigida al final de su vida útil.
El doctor Arceo explicó que la generación de tsunamis por impactos de este tipo es prácticamente nula, ya que los objetos que logran tocar el mar suelen ser ligeros. La mayoría de su masa se pierde durante el reingreso atmosférico, por lo que la energía del impacto es muy baja.
¿Se puede encontrar un fragmento?
La probabilidad es baja, pero no imposible. Si alguien llegara a encontrar un pequeño fragmento metálico quemado y pulido, podría ser parte de este tipo de objetos. Sin embargo, distinguir basura espacial humana de un simple pedazo de metal es complicado, a menos de contar con equipos como detectores de radiación (que registrarían niveles bajos y no peligrosos).
Una nueva era de «carreteras espaciales»

El astrofísico comparó la actual expansión del tráfico espacial con la construcción de las primeras carreteras terrestres. «Antes era raro ver viajeros. Hoy, estamos viendo el equivalente en el espacio», afirmó.
Los satélites, cohetes y estaciones son ya parte habitual del cielo. Incluso, fenómenos como el tren de satélites Starlink se han vuelto comunes en zonas con poca contaminación lumínica.
¿Qué más ver en abril?
Para quienes deseen seguir observando el cielo, el 22 de abril se podrá disfrutar de la lluvia de estrellas Líridas, uno de los eventos astronómicos anuales más populares. Aunque no es la más intensa, en condiciones óptimas y con paciencia se pueden ver varios meteoros por hora.
Conclusión: mirar al cielo sin miedo
Lejos de causar pánico, estos eventos son una oportunidad para reflexionar sobre el avance tecnológico, los desafíos de la exploración espacial y la importancia de la vigilancia internacional sobre los objetos que orbitan nuestro planeta.
El cielo ya no solo pertenece a las estrellas, sino también a las creaciones humanas que cruzan sus rutas.
«No hay por qué temer, pero sí hay que estar informados», concluyó el doctor Arceo. Y claro, seguir viendo hacia arriba, porque el cielo tiene cada vez más historias que contar.
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