TAREA PUBLICA
Por: CARLOS OROZCO GALEANA
Varias noticias importantes “taparon” la resonancia del mensaje enviado por un grupo de mexicanos que anunciaron la creación de un Frente cívico nacional buscando encontrar a un personaje que aglutine simpatías de cara a la sucesión presidencial del 2024. Por lo pronto, es el joven Luis Donaldo Colosio junior quien aparece como quien pudiera crecer y ser un rival de cuidado para el que sea candidato presidencial de Morena pues aglutina de momento un balance de opinión ( positivos menos negativos) superior a todos los aspirantes con un 28 por ciento, arriba de Claudia Sheinbaum (15).
La muerte de migrantes en un traíler, pero antes la ejecución de dos sacerdotes jesuitas y los hechos de violencia que sucedieron después, no permitieron establecer la justa dimensión que cobra un esfuerzo más de la oposición por rehacerse y constituirse en una opción formal para las elecciones siguientes. Un tanto desangelado el acto del anuncio respectivo, a juzgar por las gráficas y la falta de asistentes de renombre, hacen pensar de inmediato que ese bosquejo no levantó gran entusiasmo entre la desesperada oposición.
Los últimos meses, se multiplicaron las voces criticando la pérdida de tiempo de la oposición al gobierno morenista, diciendo que está tan dividida que se antoja un sueño de que pueda armar estructuras electorales y una macro alianza capaz de disputar el poder con posibilidades reales de ganar.
La oposición está animada, aunque fraccionada y sin superar la derrota de la elección pasada. Aunque fue con priístas, Morena se alzó recién con cuatro gubernaturas y tiene a la vista con gran perspectiva de ganar dos entidades más, Coahuila y Estado de México.
Hay un factor que ha valorado la oposición para darse valor: el abstencionismo. La mayoría de votantes se quedó en casa los comicios pasados y eso se notó en el flujo de votación obtenida. El reto que se tiene ahora, han expresado sus dirigentes, es hacer que los mexicanos adquieran un mayor nivel de conciencia política, analicen lo que está ocurriendo en el gobierno actual y se decidan a participar a favor de una coalición electoral. Es decir, construir una verdadera “oposición social” como la denominó el experredista Guadalupe Acosta Naranjo.
Ese objetivo no es sencillo, los partidos políticos están inmiscuidos en otros temas y, particularmente, en asegurar su sobrevivencia ante el desgano de miles de ciudadanos que reprueban su accionar. Han dado pruebas de estar desvinculados de sus intereses, e incluso operan en cámaras federales y congresos locales protegiendo a los gobernadores, quienes les dictan las orientaciones políticas pertinentes. Son apáticos hacia una ética responsable. Aparte, más de uno de sus dirigentes están muy cuestionados pues el régimen trata todos los días de desprestigiarlos. Desde luego, tales dirigentes no son blancas palomas ( Alito Moreno, Ricky Anaya y Chuy Zambrano, entre otros ).
Digo además que no hay una auténtica división de poderes respecto a la cual los partidos jueguen un papel importante y critiquen como debe ser al poder dominante. Esta es otra razón de la reprobación ciudadana y su descrédito, pues los mexicanos queremos ver a partidos que luchen por la justicia, que abandonen su perfil burocrático y oportunista y cooperen a la unidad y la productividad del país.
Los partidos no escuchan a sus militantes y menos a la sociedad. Están inmersos en luchas internas de poder, dándose los dirigentes hasta con la cubeta. Uno de los de arriba, como Alito, está lejos de ser comprensivo y de hacerse a un lado, empeñado está en ser quien le tire la última palada de tierra a la tumba del Pri y al parecer no le otorga categoría a la coalición, la que usa para defenderse. Por ello, viendo esa penumbra que rodea a los opositores, Acosta Naranjo habla de “escuchar a los ciudadanos” ( les llegó la urgencia) y que “entre aire fresco” a nuestra democracia. De ahí la pregunta si la oposición que se fragua será capaz de procesar sus diferencias, pensar en el país, elaborar un programa de gobierno que sea apoyado por todas las fuerzas políticas y, lo más delicado y difícil: convencer a los mexicanos acerca de su conversión. Ah, y que se hagan a un lado los caciques, que los hay en todos los partidos.
Porque enfrente, reconózcase, la oposición tiene a un presidente de lo más combativo que usa las conferencias mañaneras como un instrumento de difusión muy eficaz de su agenda política y defiende su proyecto sexenal aunque mienta repetida y claramente.
Cierto es que no estará en la boleta del 2024, pero sí influirá de algún modo en que el poder ejecutivo recaiga en uno de sus compañeros (as)de equipo. De hecho, como lo comentan algunos analistas, Morena se las ha ingeniado para no dejar de hacer política durante los últimos 4 años y por ello no hay duda de que usará todos los recovecos de ley para seguir haciéndolo en tiempo de veda electoral aunque se enojen los del INE y se tuerzan las normas de competencia. Ah, y no le importan las multas del INE al presidente ni a Morena.
Las leyes electorales son aún benignas y no castigan el proceder de la clase política, como los que “piden permiso”, de secretarios para abajo, para viajar a otros estados a hacer campañas, ignorando a propósito que aunque estén en otro lugar, siguen representando a un estado y deben guardar respeto a su investidura y a quienes no votaron por ellos. Eso se hacía en tiempos del Pri y del Pan y en el actual régimen no es la excepción. Por lo tanto, casi nada ha cambiado. Casi nada les importa, o mejor dicho, nada.