Por Jorge Arturo Orozco Sanmiguel
A siete días de que Andrés Manuel López Obrador entregara el bastón de mando a la nueva presidenta con A, Claudia Sheinbaum Pardo, vemos un acto no solo solemne. Era innecesario ponerle atención a la ceremonia o al templete, autoridades políticas y gubernamentales o a la banda de guerra del Batallón de México. Toda la atención debió estar en un simple objeto, en una vista minúscula: el bastón de mando.
El tema no es cómo va vestido, ni quién lo entregó, sino su sentido metafórico y de representación moral. Se le hizo la entrega a Claudia de un bastón cargado de seis años contra la corrupción, de molestias por parte de los medios de comunicación y empresas vividoras del erario; de la lucha social que tanto se enarboló desde 1968. Se entregaba el sudor de estudiantes, campesinos, campesinas, luchadoras y luchadores sociales, un poder fáctico como lo es el judicial entregado a la corrupción y odio por el “izquierdismo dictatorial” Era un bastón de mando muy pesado que una sola mano lo sostuviera.
¿Qué se entrega durante estos seis años? Vayamos por partes: Vemos a un presidente salir con más popularidad y crecimiento político a comparación de sus datos entrantes, situación que muy rara, pero muy rara vez suele pasar. Y vemos una oposición desalmada, sin temor a mentir ante la población, ya que su finalidad ha sido la misma: desinformar a la sociedad y continuar con la corrupción desmedida.
Nos hicieron varias promesas que aseguraban que pasarían y nunca vimos, a lo largo de estos seis años, que se materializaran. Juraron que, por tener un presidente de izquierda, nos convertiríamos en Venezuela. Hoy, a seis años, vemos un país fortalecido, con edificaciones que la oposición, en sus más de 30 años de gobierno, solo lograron realizar una, y fueron solo las bardas. Nos aseguraron que se cambiaría la constitución para que Andrés Manuel se pudiese reelegir y nunca dejara el cargo. Hoy, solamente se modificó la ley para eliminar la corrupción que tenían bien guardada: el Poder Judicial.
Aseguraron que la “Central de Aviones” Felipe Ángeles, (el AIFA) aparte de ser horrible y fachoso, no tendrá ni una aerolínea aliada. Hoy, a seis años, no solo nos regresaron la fuerza de la empresa Mexicana de Aviación, aerolínea que el Partido Acción Nacional desfalcó y hundió; nos entregaron un aeropuerto nutrido, potencialmente comercial, y como cerecita de pastel: ganó el Premio Prix Versailles como uno de los aeropuertos más hermosos del mundo.
Con lágrimas en los ojos, nuestra fuerza opositora llegó al Senado de la República anunciando que Estados Unidos quiere mejorar la situación de México y que, por favor, alguien pensara en las y los gringos. Afirmaron que el plan de MORENA y el Partido del Trabajo acabaría las relaciones internacionales con dicho país. Hoy, no solo se aseguró la potencialidad entre ambas naciones, sino que se establecieron reglas que fortalecerán la dignidad mexicana, cosa que el PRI y el PAN siempre pisoteaban y entregaban a nuestros vecinos nacionales.
Y, por último, la oposición con la fuerza de tres partidos políticos, (de aquel entonces) todos los medios de comunicación, que cada nota contraria al gobierno, denostaban su urgencia por el regreso de la que sí podíamos llamar dictadura derechista, y los mensajes de Whatsaap de tus tías panistas, nos aseguraron una dictadura comunista del “indio patas rajadas” Andrés Manuel López Obrador. Ahora vemos un “dictador” saliendo a los seis años de su “dictadura” y conocemos a una presidenta, (que están a nada de también atribuirle la etiqueta de dictadora comunista) entrar con la mayor popularidad y sufragios emitidos en la historia del país.
Si me pregunta usted qué le hace falta a la oposición para regresar a la competencia electoral, yo diría que son cuatro cosas: fuerza, humildad, honestidad y, sobre todo, tener vergüenza. Durante estos seis años que ni fueron gobierno, demostraron lo que siempre han sido: mentirosos, descarados y el pináculo de la comedia mexicana. Fueron el hazmerreír en cada momento y cada debate. La campaña de Xóchitl Gálvez fue la muestra de lo que no se debe hacer en una campaña presidencial, y no se materializaron las promesas que tanto nos asustaron; al contrario, impulsó a que el proyecto de nación denominado Cuarta Transformación, tuviera su Segundo Piso.
¿Qué les queda? Seguir mintiendo. Tiene siete días que se entregó el bastón de mando, pero nadie les ha cambiado el guion a los medios de comunicación y siguen las noticias encabezadas con el nombre de Andrés Manuel López Obrador. Se retrasaron en recordarles que ahora la mandataria se llama Claudia Sheinbaum Pardo. Que ahora es una mujer la imagen del gobierno y no un hombre. Y, sobre todo, se les acabaron las historias y montajes. Tal y como se dijo en su momento en la dictadura de Augusto Pinochet: No es una dictadura; es una “dictablanda”.