Apuntes para el futuro
Por: Essaú LOPVI
Vaya golpe de realidad se llevó Claudia Sheinbaum apenas al asumir la presidencia de México. El mismo día de su toma de posesión, el 1 de octubre, el Ejército Mexicano protagonizó un trágico hecho en Chiapas, donde 6 migrantes —de nacionalidad egipcia, salvadoreña y peruana— fueron asesinados, y 12 más resultaron heridos.
Este hecho marca un inicio complicado para la administración de Sheinbaum. No solo por la tragedia humanitaria en sí, sino por lo que representa: ocurre en un país donde, durante los últimos seis años, se negaron sistemáticamente las masacres por parte de las fuerzas armadas. Andrés Manuel López Obrador, el presidente saliente, insistió en repetidas ocasiones que esas prácticas habían quedado en el pasado y que «no eran iguales». Sin embargo, esta masacre, que ya está inscrita en la historia de la presidencia de Sheinbaum, parece contradecir aquel discurso.
El escenario que hereda Sheinbaum no podría ser más sombrío. Un país ensangrentado, con enfrentamientos constantes y homicidios dolosos que se extienden desde la frontera con Estados Unidos hasta Guatemala y Belice. Durante los últimos seis años, México ha registrado la cifra más alta de homicidios dolosos en su historia: 199 mil 621 asesinatos. Este escalofriante número simboliza el fracaso de la estrategia de «abrazos, no balazos» que tanto defendió López Obrador.
La historia juzgará el legado de esa estrategia, pero no deja de ser revelador que, en las últimas semanas del sexenio de AMLO, mandos militares señalaron que la violencia que asola estados como Sinaloa solo cesará cuando los grupos criminales se pongan de acuerdo. Esto implica, en pocas palabras, que la paz en México está más en manos del crimen organizado que en las del Estado de derecho. Un reconocimiento implícito de que la autoridad ha sido desbordada por el narcotráfico y el crimen.
En contraste con su predecesor, que solía negar cualquier irregularidad y culpar a la prensa o a sus rivales políticos, Sheinbaum ha optado por una postura más responsable frente al asesinato de migrantes en Chiapas. Reconoció los hechos, informó que los soldados implicados están detenidos y bajo investigación. Este gesto, aunque todavía insuficiente para resolver el problema de fondo, representa un cambio notable frente a la actitud de López Obrador, quien rara vez admitía errores o irregularidades en su gobierno.
“Primero, es un hecho lamentable y tiene que ser investigado y sancionado. Los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional que dispararon ya están puestos a disposición de la Fiscalía General de la República», declaró Sheinbaum. De igual manera, subrayó que la fiscalía llevará a cabo la investigación, y no únicamente la policía militar, sugiriendo que el caso no será encubierto. Es un gesto que López Obrador difícilmente hubiera hecho, dado su férreo control sobre la narrativa oficial.
El Ejército también informó que entre los migrantes había ciudadanos egipcios, nepalíes, cubanos, hindúes, pakistaníes y árabes. Cuatro murieron en el lugar, y dos más fallecieron después de ser trasladados al hospital. Otros diecisiete resultaron ilesos y quedaron bajo la custodia del Instituto Nacional de Migración.
Este incidente ha resonado en la prensa internacional y ha encendido las alarmas en organismos de derechos humanos, sobre todo ante las repetidas negativas de Sheinbaum de que el país esté siendo militarizado. Pese a que durante su discurso en el Zócalo rechazó las acusaciones de militarización, la realidad parece contradecirla. La Guardia Nacional, concebida como un cuerpo civil, ha pasado al mando del Ejército y ahora cuenta con facultades de investigación policial. Este es un legado directo de López Obrador, quien, a pesar de su retórica pacifista, consolidó la presencia militar en tareas de seguridad pública.
El reto para Sheinbaum no es menor. No solo tiene que enfrentar las secuelas de una política fallida, sino que debe hacerlo bajo el escrutinio de una sociedad que está cansada de la violencia y la inseguridad. Al mismo tiempo, tendrá que justificar la creciente militarización del país, algo que, aunque negado en su discurso, es un hecho tangible que afecta directamente a la vida de los mexicanos.
La pregunta clave es si Sheinbaum estará dispuesta a replantear la estrategia de seguridad nacional o si optará por seguir el mismo camino que su predecesor. La violencia y la militarización no pueden seguir siendo respuestas aceptables para un país que anhela paz y justicia. En sus manos está la oportunidad de marcar una diferencia, pero si los primeros días de su gobierno son una señal de lo que está por venir, no será fácil.