HOY

Hoy

Krishna Naranjo

Hoy es martes, día propicio para remendar los desórdenes de las fiestas pasadas. Hoy el ligero frío invita a acoplarse en un cálido regazo. Y estás ahí, observando como en un pintura, formas imprecisas, sugerencias de emociones matizadas por el vaivén del tiempo. Una ebullición de trazos, líneas y manchas. Y quizá sientes tus pies que buscan reposo luego de la hinchazón provocada por la urgencia adquisitiva.

Esta vez no quise dar mi obsequio desprovisto de palabras. La consigna debería ser… sí ya sé que es estúpido hablar de consignas pero el punto es que regalo y palabra van armoniosamente unidos. Recuerdo que hace muchos años, cuando mi abuela me prestaba sus cuadernos de recetas y costuras, designaba algunas hojas para completo entretenimiento. Entre algunos dibujos, le escribía notitas que estrecharon nuestro vínculo. Estos pequeños escritos aún los conserva y me recuerda la sinceridad que podemos mostrar en nuestros primeros años.

Por otra parte, estoy segura que sientes un impulso a desertar del club de los autómatas que sobra decir que somos un mundo entero. Pero algo en el aire te detiene, algo así como una musiquilla que adormece los sentidos y que estimula la repetición ¿absurda? de ese bailecillo malogrado por los años. Lo sabes pero salirte equivaldría a dejar tu auto varado en medio de un embotellamiento. Serías blanco de injurias y mandatos furiosos de que continuaras tu camino.  Consciente de estas situaciones falsas, criticas con un dejo de ironía lo superfluo de estas fiestas. Vaya, incluso aprovechas las redes sociales y con ingenio apuntalas la navidad.

Sabes que estás en lo cierto y continúas envolviendo regalos. Tal vez sientas asfixia pero quizá te animes momentos más tarde en que todos departan y se muestren más divertidos que otras veces. Tal vez aprovechaste y tuviste la voluntad de la experiencia sagrada o divina, no sé cómo llamarlo en el momento justo de dar el abrazo. Te intimidaste porque algunos son impávidos, inamovibles en su ¿personalidad emocional? Y aunque a estas horas gozas, en el mejor de los casos, de la tranquilidad del lunes y ves en retrospectiva las escenas de las celebraciones, llenas de manchones o trazos sublimes, reconoces una libertad como una rama interior que quiere extenderse en tu silencio desde donde sabes que la navidad está destinada a otro propósito y en ese momento, como en un susurro, emprendes tu celebración.

 

 

 

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