Un cohete, el tradicional «chupinazo», marca este miércoles el inicio de las fiestas de San Fermín en Pamplona, conocidas por sus encierros, pero desde hace ya horas la ciudad bulle con la música y el alcohol, esperando a más de un millón de visitantes.
El alcalde de Pamplona Enrique Maya dio comienzo al primero de nueve días de fiestas ininterrumpidas de música, bailables y carreras con toros de San Fermín en esta ciudad del norte de España al encender el cohete desde un balcón que estaba a la vista de la multitud enardecida.
Antes de que el «chupinazo» abra las fiestas al mediodía, el australiano Adam Espron, de 24 años, ya se ha visto atrapado por el ambiente: «Vengo para divertirme, para ir de fiesta con la gente de aquí y, sobre todo, para correr delante de los toros», asegura este joven alto y rubio.
Con dos grandes vasos de sangría en la mano, el californiano de 30 años David Panijelene está eufórico al asegurar que «es la primera vez, estoy celebrando mi cumpleaños aquí».
A partir del mediodía de este miércoles, la capital de la región norteña de Navarra será la capital de la fiesta con nueve días de festejos sin parada donde se permite todo… o casi todo.
Desde el momento en que suene el «¡Viva San Fermín!» junto con el «chupinazo», que se lanza desde el balcón del ayuntamiento, miles de personas ataviadas con el tradicional traje blanco y el pañuelo rojo al cuello empezarán a vivir las fiestas tal vez más conocidas de España en el extranjero.
Durante estos días, los pamploneses se mezclarán con los turistas, muchos de ellos llegados siguiendo las huellas de Ernest Hemingway, 50 años después de su muerte.
El famoso escritor y periodista estadunidense era un enamorado de estas fiestas, desde su primera visita en 1923. Las cubrió para el Toronto Post y las describió en su novela «Fiesta» (1926). Un relato fiel, apreciado por los pamploneses.
Un día de 1961, el novelista llamó al hotel de la Perla, su refugio pamplonés, para anular su reserva. Unos días después, el 2 de julio, ponía fin a su vida.
Desde entonces, la ciudad ya no tiene a su más famoso admirador, pero centenares de miles de jóvenes franceses, estadunidenses, británicos, australianos o neozelandeses, llegan cada año para conocer lo que Hemingway y los españoles conocen como la «Fiesta».
La fiesta de San Fermín es reconocida en todo el mundo por sus carreras con los toros de lidia, una tradición que se remonta al siglo XIX cuando los toros eran llevados a pie hasta la plaza de toros, antes de la corrida.
La primera de ocho carreras que incluye esquivar obstáculos y multitudes inicia el jueves cuando miles intenten correr por delante de seis temibles toros de lidia a lo largo de una ruta de 800 metros (875 yardas) por las calles empedradas de la ciudad.
Con información de AFP