MINIATURAS
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO
El rector de la Universidad de Colima rindió su cuarto informe. Más allá de los esfuerzos conjugados, es importante recordar que logró conservar a la Universidad como una institución estable en un entorno complejo.
Durante estos últimos cuatro años el país enfrentó transformaciones constitucionales y políticas considerables, algunas interesantes, otras discutibles. Las transformaciones derivaron en la desaparición de ciertas instituciones, el debilitamiento de otras y la presión hacia algunas más. Hasta las universidades del país enfrentaron (enfrentan) riesgos, como se demuestra en los debates presupuestales, con su cauda de ajustes y reajustes.
Cruzamos por un periodo político complejo del que no tendremos una perspectiva clara hasta que pasen los años y se aprecie la magnitud de logros o fracasos. Pero la Universidad de Colima sigue allí, manteniendo su referencia en la sociedad colimense.
Esa constancia no sólo es necesaria, sino indispensable, pues las instituciones estables, las que cumplen su cometido, las que persisten a pesar de ventarrones y turbulencias, representan soportes para la vida social y cimientos para que lo que puede venir después.
Así debería ocurrir con otras instituciones, por ejemplo, el Poder Judicial, pero este poder está en un proceso de debilitamiento por obra de un proceso del que no se auguran buenos resultados. Algo similar le sucede al INE, que deberá organizar un proceso electivo complejo con miles de millones menos de los que esperaba recibir.
Otras instituciones que deberían ser un referente, como las cámaras legislativas federales, están cruzadas por acusaciones de corrupción o sujetas a liderazgos impositivos que exigen obediencia sin discusión, es decir, una reedición de las añejas prácticas de la disciplina partidista irreflexiva.
De las cámaras legislativas locales mejor ni hablar, pues están atrapadas en el absurdo de la aprobación inmediata, como si jugaran carreras para distinguirse por la incondicionalidad.
Un país que pierde la solidez de sus instituciones es como un cuerpo con huesos debilitados. Suena dramático, cierto, pero así es.
A veces quisiéramos que alguien gritara: ¡Basta!
Que se detuviera el ritmo de reformas aceleradas e irreflexivas.
Que se contuvieran los afanes por desarticular y debilitar instituciones.
Que se agotaran los afanes de revanchismo.
Que se evitara la continua tentación por acusar y despertar odios.
Que se reencontrara el camino para la reconciliación y el avance político.
Que la moderación tuviera una oportunidad.
Pero, mientras eso llega, mientras la niebla se disipa, al menos tenemos instituciones que siguen por aquí, ofreciendo sensatez y estabilidad.
Eso no es poca cosa y por eso el informe al que hacemos referencia adquiere un nuevo sentido.