EU.- Cuando somos niños nos dicen que no debemos tragarnos la goma de mascar pues nos tomará siete años digerirla.
Hasta entonces, nos hacen creer, estará en el estómago, sin ser afectada por los procesos corporales usuales que descomponen y procesan los alimentos.
Es una afirmación que se enuncia con un tono de seguridad en los jardines escolares de muchos países pero, ¿tiene alguna base científica?
La goma de mascar consiste de una base de goma, endulzante, sabores, conservantes y suavizadores.
Los azúcares y los ingredientes para dar sabor como aceites de menta se descomponen fácilmente y son excretados rápidamente. Lo mismo pasa con los suavizantes, como aceite vegetal o glicerina, los cuales no presentan ningún problema para el sistema digestivo.
El ingrediente que puede aguantar tanto el ácido en el estómago como las enzimas digestivas en los intestinos es la base de goma.
Tradicionalmente muchos fabricantes usaban la savia del árbol tropical chiclero, “Manilkara zapota”, originario del sur de México, Centro América y el Caribe.
Pero luego de que los soldados estadounidenses llevaran sus raciones de chicle a otras partes del mundo durante la Segunda Guerra Mundial, su popularidad se extendió de tal manera que los chicleros no daban abasto.
Hoy en día, la mayoría de la goma de mascar está hecha con otros polímeros naturales o sintéticos. Cada fabricante tiene su propia receta, que busca lograr el grado perfecto de elasticidad.
¿Pasa o no?
A pesar de que la base de goma no se puede descomponer, eso no significa que se quede en su barriga durante siete años, ni que se enreda en su corazón, como otros afirman.
Si es un pedazo pequeño, eventualmente encuentra su camino por el tracto digestivo. Objetos raros como monedas viajan de un extremo a otro de nuestro cuerpo, si miden menos de 2 centímetros de diámetro. El chicle tiene la ventaja además de ser suave.
¿Entonces nunca?
La única manera en la que podría quedarse por siete años adentro de su cuerpo es que se tratara de una vasta cantidad, e incluso en ese caso, síntomas como la constipación harían que se probablemente fuera descubierta.
Un estudio de 1998 reporta los alarmantes casos de tres niños que desarrollaron obstrucciones como resultado del hábito. Uno era un niño de cuatro años de edad que había sufrido de constipación durante dos años. Le era tan difícil ir al baño que sus padres le empezaron a ofrecer goma de mascar como un incentivo para que tratara.
Comía entre cinco y siete pedazos al día y siempre se los tragaba, en vez de sacárselos de la boca.
Tras cuatro días de suplementos de fibra, aceites y enemas que no habían surtido efecto, los doctores decidieron sedarlo y le sacaron una masa de la consistencia de los dulces de caramelo de su recto, hecha principalmente de chicle.
No pasaron siete años, pero le causaron serios problemas.
Adentro del segundo paciente, quien también tenía cuatro años de edad, los doctores encontraron una masa multicolor, que resultó ser de chicle. Los doctores explicaron que la niña solía tragarse la goma de mascar rápido para que le dieran más.
El tercer caso era una niña de apenas 18 meses. Los doctores encontraron cuatro monedas pegadas con «una substancia como de cera pegajosa» en su estómago.
Las familias de las dos niñas sabían que se estaban tragando los chicles y no le daban importancia, según los autores del estudio.
Así que tragar regularmente grandes cantidades de chicle no es buena idea. Pero si se ha comido ocasionalmente un pedazo, no hay evidencia de que le hará daño. Y si se tragara un pedazo hoy, no se le quedará adentro hasta las Olimpiadas de 2020.
Con información de BBC