¿Sería posible estar gordo y a la vez evitar las enfermedades cardíacas o la diabetes? Los científicos que intentan romper el vínculo que une a la gordura con la enfermedad consideran cada vez más que la inflamación es la clave.
En su lucha por demostrarlo, se está desarrollando un estudio a gran escala para descubrir si un medicamento antiinflamatorio -un primo viejo y barato de la aspirina- puede combatir la diabetes tipo 2, la cual es generada por la obesidad.
Una intrigante investigación nueva ilustra cómo esos globos amarillentos de grasa que yacen bajo la piel son algo más que un sitio de almacenaje de calorías adicionales. Son también un barrio tóxico donde parece nacer la inflamación.
La diabetes y las enfermedades cardiovasculares normalmente van de la mano con algunos kilos de más, un enorme riesgo para cualquiera que tenga sobrepeso u obesidad. Lo que no está claro es qué es lo que provoca esa cascada de daños que termina en esas enfermedades.
A fin de cuentas, hay ejemplos de personas obesas cuyo metabolismo de alguna manera se mantiene adecuado: es decir, sin presión arterial alta, sin elevados niveles de colesterol ni de glucosa en sangre.
El resolver ese misterio podría llevar a tratamientos más enfocados a las amenazas que genera la obesidad que los hasta ahora efectivos -pero difíciles de cumplir- consejos para bajar de peso.
El sospechoso principal: la inflamación, que el sistema inmunológico utiliza normalmente para combatir infecciones, se vuelve incontrolable con la gordura, “bulle” en el tejido adiposo y luego se expande, dañando venas y generando resistencia a la insulina, explicó la doctora Myrlene Staten, de la división de diabetes de los Institutos Nacionales de Salud.
Por su parte, el doctor Steven Shoelson, del Centro de Diabetes Joslin afiliado a la Universidad de Harvard, destacó algunos informes emitidos hace 150 años de que uno de los antiinflamatorios más antiguos que se conocen -el salicilato, de la familia de la aspirina- puede reducir los niveles de glucosa en sangre.