LECTURAS
Por: Noé GUERRA PIMENTEL
Desde hace siete años, con el esfuerzo de un grupo de ciudadanos encabezados por el promotor cultural Cesar Cárdenas López, con el apoyo de algunas empresas locales e instituciones, entre las que destacan las tres últimas administraciones municipales, se ha realizado un festival artístico dedicado al músico coquimatlense Jesús Alcaraz Rodríguez, iniciativa que aparte de honrar al casi olvidado compositor colimense, ha reconocido a otros personajes que le han dado presencia al pueblo “chigüilinero”, como en esta última edición a José T. Lepe Preciado, quien por más de tres décadas radicara en dicha cabecera, en la que aparte de desempeñarse como empresario y funcionario público, se inspiró escribiendo prácticamente todos sus cuentos, poemas, novelas y ensayos.
Es a “Lipo Lepe”, José Trinidad Lepe Preciado, al “escritor colimense, nacido en Jalisco” (Tonaya, Jal. 1919-Colima, Col. 2002), como lo refiriera Francisco Jiménez Rangel, a quien se debe el rescate de la memoria y vigencia de Jesús Alcaraz Rodríguez, talentoso compositor de origen coquimatlense cuya vida y obra musical trascendió a la revolución (Coquimatlán, Col. 1898-Manzanillo, Col.1945) con medio centenar de piezas entre danzones, polkas, corridos, marchas, foxtrots, misas y valses, entre otros ritmos de la época y cuyo recuerdo, quien sabe porqué, lamentablemente ya estaba prácticamente desaparecido y, con este, parte del valioso legado musical del repertorio colimense en muchos casos plagiado.
La biografía que a manera de ensayo nos obsequió Lipo Lepe allá por 1972, deja entrever, entre otras, las vicisitudes e incomprensión que desde temprana edad tuvo que enfrentar Jesús en aquel rural Coquimatlán por parte de su padre, Atenógenes, empeñado en obstaculizar el desarrollo artístico de su hijo, uno de los once que había procreado con Ma. Trinidad, aptitud que en secreto el muchacho pudo materializar gracias al maestro Cosme Bustos, lírico contratado por la familia para dar clases de piano a las hermanas Alcaraz pero no al varón, circunstancia que distanciaba y hacia introvertido a Jesús en un pueblo que en 1836 se había refundado luego de que el anterior asentamiento fuera arrasado días atrás por la crecida del río Armería y el arroyo Comala que después de un prolongado aguacero la madrugada de mediados de septiembre, en fatídico abrazo se había llevado a decenas de vecinos que sorprendió dormidos.
Apenas adolescente Jesús abandonó el hogar, el tren, que había llegado con estación en 1908 fue su transporte, el único que había y que una mañana lo sacó de ahí con rumbo desconocido y boleto solo de ida. Fue la banda de música del 25 batallón de infantería con asiento en Guaymas, Sonora, lo que le dio cobijo enlistándolo como efectivo en el bando federal de la llamada revolución mexicana. De allá escribía a su madre mientras crecía, maduraba, componía y tocaba para la tropa. Un par de años después, sin fama ni fortuna, Jesús regresó a Coqui, las huellas de la revolución lo habían marcado, su carácter era más hostil.
Como a toda la región, el clima de incertidumbre de la revolución también dañó al campo y al resto de redes productivas y, con ello, muchas de las economías familiares, la Alcaraz con su patriarca don Atenógenes, fue de las más afectadas dado su apego porfirista de antaño y propia convicción conservadora, el futuro ya no fue más para ellos en Coquimatlán, su destino inmediato fue el puerto de Manzanillo y su pujanza. A finales de la década de los veintes para allá se fueron todos; con pocas opciones, Jesús se afanó y organizó la banda de música de los estibadores de la CROM, con lo que encontró no solo el sustento sino su propia trascendencia musical.
Fue el año de los temblores, aquel fatídico del maremoto del 22 de junio de 1932, cuando Jesús compuso el vals sentimiento, lo había estrenado apenas unos días antes y ya se empezaba a dar a conocer cuando la melodía, ante la desgracia que afligía a toda la región, fue adoptada por los colimenses de la época que la hicieron su himno después de la tragedia haciéndola trascender nuestras fronteras hasta que, por su calidad se convirtió en un tema popular interpretado por agrupaciones como el internacional trío de los hermanos Michel, en el que Antonio, su líder, le había puesto la letra con la que se interpreta desde la década de los años cincuenta y que, con su autor, ha llegado hasta nuestros días gracias a Lipo Lepe, José Trinidad Lepe Preciado y, esta vez, al grupo de ciudadanos que nos lo ha recordado honrándolos a ambos con el festival. ¡Enhorabuena!