Miniaturas
Por: Rubén Pérez Anguiano*
El presidente Andrés Manuel dijo que no puede aceptar las calumnias, vengan del medio periodístico que sea. También se refirió a ciertos periodistas como “mercenarios” y “corruptos”.
Podemos estar de acuerdo en general con el presidente, pues es verdad que muchos periodistas se escudan en la libertad de expresión, pero sin atender la información, la indagación, el análisis o la reflexión, dedicándose en su lugar a lanzar calumnias y maledicencias a los políticos que no son de su agrado o con los que no lograron ciertos acuerdos de contraprestación, mientras que defienden ―incluso adulan― a otros con los que simpatizan o establecen algún compromiso.
Eso ocurre mucho. La libertad de expresión se vuelve tantas veces un manto de impunidad para extorsionadores del periodismo, que se dedican a lastimar o glorificar prestigios. En nuestra entidad existen muchos penosos casos de tales enredos, como de seguro ocurre en todo el país.
Pero así son las reglas del juego, por lo menos hasta el día de hoy. Por eso, políticos y funcionarios deben entrenarse en la paciencia y la respuesta inteligente. Si caen en cólera frente a cada puntapié periodístico o si tienen la piel muy fina frente a la difamación, es que no están hechos para el oficio.
Los presidentes en especial, pero en general todos los líderes institucionales, deben mantenerse ecuánimes frente a las interrogantes, invectivas e imprecaciones de los periodistas, aún si se consideran falsas o injustas (como muchas lo son), sobre todo si consideramos que vivimos en un país donde el oficio de informar, comentar y analizar es de alto riesgo.
El presidente dijo que los periodistas se sienten intocables, que difaman a placer y que ningún periodista tiene derecho a calumniarle, lo cual es cierto. Podríamos añadir que ningún periodista tiene derecho a calumniar a nadie, pero sucede. Entonces, ¿qué haremos al respecto?, ¿mandaremos detener o reprimir a todos los periodistas que lastiman, ofenden y difaman escudados en su oficio?
Eso es un camino que lleva irremediablemente a las actitudes dictatoriales, a la intimidación o incluso a la represión. Muchas y muchos periodistas están muertos por esas expresiones de intolerancia, por esas actitudes macho-mafiosas que no se concilian con las funciones públicas.
El presidente reaccionó en esta circunstancia de forma emocional y agresiva. Cayó en la confrontación y se dedicó a difundir los supuestos ingresos de algunos periodistas que le son antipáticos, incitando el rencor de clase al contrastarlo con los ingresos de otras personas. También difundió el número telefónico personal de una periodista extranjera, lo cual es inquietante por decir lo menos, y expresó duras críticas por censura a YouTube, debido a la decisión de “bajar el video” del 22 de febrero, cuando en realidad se vulneraron derechos de terceros.
Eso es sumar un yerro al otro, en ese continuo sembrar vientos que es parte de su estilo.
En fin, reaccionó como un político o funcionario novato, lo cual es el mayor error. Eso nunca debe ocurrirle a un hombre de experiencia como él, con tantos años en el difícil oficio de tensar la cuerda y aguantar los vaivenes de la opinión pública.
*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 55 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo, ensayo y fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policiaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.