La cárcel que sigue

LA MAQUINA DE HACER PÁJAROS

Por: Paola ZAVALA SAEB

Las puertas de la prisión se abren generalmente pasadas las dos de la madrugada. Aunque las libertades empiezan en el minuto uno del día que termina la condena, los trámites administrativos suelen llevar un par de horas.

Así que a las 3:00 am estaba Joel, vestido de reo afuera del reclusorio. Nadie fue por él. A sus 43 años no tenía a dónde volver. Estuvo 10 años en cárcel por robo agravado y en ese tiempo pasaron muchas cosas:

“La violencia y la calma, el aburrimiento y la adrenalina. Entre talleres, trabajo, celda y patio todo el tiempo sucede el agradecimiento, la amistad, la corrupción, las drogas, las riñas, el hambre, la soledad, la solidaridad y la muerte. Ahí todo convive todo el tiempo. En un mismo día un compa que te ve con hambre y te invita una torta, al ratito te enteras de que picó a alguien. Generalmente, del lado derecho porque del izquierdo están los organos vitales. En cana, aunque nos piquen, no nos ponchamos”.

En esos diez años su pareja encontró otra pareja, su madre murió, su hermano fue espaciando las visitas hasta que un día dejó de ir a verlo.Cuando salió de la cárcel no traía nada en las bolsas, ni siquiera una identificación que dijera su nombre.  El ahorro por el trabajo que realizó en prisión tardarían en dárselo… otra vez, por trámites administrativos. Era libre, pero no se podía ir, así que se sentó en la banqueta sin saber qué hacer. Un custodio lo vio y le tiró paro: 

“Ten $100 varos pa que te muevas y comas algo”.

Joel agradeció, dio unos pasos y se encontró a un perro que le dio miedo. Regresó al penal, estaba desubicado, no quería perderse. La ciudad había cambiado, no pasan los micros a esa hora, los taxis ya no eran dorados con rojo y los rosas casi no pasaban. Joel durmió ahí, afuera del reclusorio esperando que amaneciera.

“Yo no quiero regresar a la cárcel, pero tampoco tengo a dónde más ir”.

La historia de Joel es cotidiana. En los últimos cinco años, más de medio millón de personas han salido de las cárceles del país: la mayoría hombres, con educación básica, que estuvieron en prisión vinculados al delito de robo en cualquiera de sus modalidades.

Tomando en cuenta la edad promedio de las personas privadas de la libertad y la media de las sentencias por robo (10 años), se puede afirmar que la mayoría tienen expectativas de salida antes de los 40 años… muchos reincidirán.

Desde OCUPA Organización Comunitaria para la Paz, presentamos una iniciativa constitucional acompañada por 70 organizaciones de la sociedad civil, que fue firmada por representantes de todos los partidos políticos y cuyo objetivo es reconocer el derecho a la  reinserción social  en dos dimensiones: como una garantía individual de las personas que han sido liberadas de integrarse a la sociedad, y como un derecho de las víctimas y de la sociedad que busca que los delitos no se repitan.

Esta semana se debatirá en el pleno del Senado el paquete de reformas sobre justicia en el que el derecho a la reinserción social no debe quedar de lado. La  cárcel como respuesta al delito es sólo una respuesta parcial y transitoria que sólo tiene sentido si dota a las personas de las herramientas necesarias para que, al salir en libertad, tengan la posibilidad de integrarse a una realidad distinta a la que les llevó a prisión.

Columna publicada con la autorización de @PaolaSaeb