Columna Sedentaria
Por: Avelino GÓMEZ
Hace un par de días circuló en redes un libelo que alude a problemáticas de la subsecretaría de Cultura del estado y, en especial, al desempeño de su titular, Emiliano Zizumbo. De entrada, es necesario decir que el libelo denigra no solo a la institución y las personas que en él se aluden, sino también a quien lo escribió y publicó, puesto que no asume la autoría.
El texto pretendía, o pretende (el libelo aún circula), hacer foco en la situación por la que atraviesa el funcionamiento de la dependencia cultural. Incluso el autor (o autores) hace(n) un llamado a la gobernadora a tomar nota al respecto: “Estimada Indira, te escribimos esta carta en suma preocupación por las circunstancias que se han venido suscitando al interior de la subsecretaría de cultura, etc.”.
Sucintamente, el texto —que en ratos es quejumbroso y en otros agresivo—, refiere la precariedad de capacidades, competencias e ideas de quien fuera designado por la gobernadora para atender el sector cultural. Justo es recordar que fue la propia gobernante quien propinó dos golpes bajos a la institución cultural. El primero de ellos fue rebajarla a una subsecretaría, restándole importancia a un sector que, desde hace tres sexenios por lo menos, demanda políticas públicas claras, funcionarios competentes y dignificación institucional del quehacer cultural y artístico. El segundo golpe fue insinuar que nombraría, por consenso de la comunidad cultural, al encargado de la dependencia, y en lugar de ello recurrió al sectarismo político para designarlo. Casi lo mismo sucedió con el nombramiento del titular del Instituto Colimense del Deporte, y los resultados están a la vista: una denigrante destitución de quien no pudo responder a las necesidades y propuestas de nuestros deportistas.
En el caso de la subsecretaría de cultura las cosas tampoco pintan bien. Una buena parte del sector artístico y creativo se muestra receloso e inconforme. El libelo que circuló es tan solo un síntoma de los males que adolece la dependencia, agravados por el propio subsecretario Zizumbo. No es extraño que el texto haya circulado —y replicado por muchos— en las redes sociales, pues es en ellas donde el funcionario parece sentirse cómodo y útil. Desde el espejismo virtual justifica y magnifica una labor doméstica pobre, repetitiva e intrascendente. Su delirante realidad es distinta a la que viven los artistas y gestores.
Sin un plan estatal de cultura, y sin visión sobre políticas culturales, los creadores colimenses empiezan a notar estancamiento y retrocesos. Por increíble que parezca, en muy pocos meses el funcionario Zizumbo ha logrado desencantar e indignar, al mismo tiempo, a quienes otrora mostraban entusiasmo ante las posibilidades en materia de cultura con la nueva administración. Los golpes subsecuentes a la cultura estatal se los está propinado, paradójicamente, el errático actuar de nuestro subsecretario.
La comunidad cultural, no olvidemos, es de las primeras en asumir compromisos y en demandar cambios de fondo en algo que se estanca. En ese sentido, no es de dudar que los creadores locales participaron activamente en las batallas para lograr una alternancia en el gobierno estatal. Defraudarlos, pues, es una afrenta que la administración de Indira Vizcaíno tendrá que subsanar.
Volviendo al libelo: en él también se alude negativamente el actuar de otros funcionarios de la subsecretaría. Tales señalamientos son puntuales, pero algunos fuera de lugar, y esto hace que se anule toda posibilidad de ser tomados en serio. Pero vaya, no olvidemos que un libelo se escribe para eso, para acusar y denostar sin asumir las consecuencias, en especial cuando se firma con un seudónimo o se emite de manera anónima. Ahora bien, si el objetivo era denigrar el desempeño del subsecretario, no hacía falta tanta inquina. Para eso el propio Zizumbo se pinta solo. Lo preocupante, eso sí, es el desastre que está generando en la comunidad cultural.