La simulación (es decir: la falta de concordancia entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que es y no es) nos ha descompuesto el sentido común, esa lógica que nos permite razonar y concluir objetiva y eficazmente, y que es necesario que empecemos ya a practicar con mayor asiduidad antes de actuar, hablar o escribir.
El otro día entré a la página de Transparencia de la Universidad de Colima y me puse a pensar (es decir a encontrarle la lógica) al Sorteo Loro y a toda la parafernalia de gastos que genera su burocracia organizacional (pago de salarios, publicidad, renta de instalaciones, gastos operativos, etcétera, etcétera), y me di cuenta del poco sentido social y realmente funcional que tiene este evento, que sólo genera desgaste y malestar en la mayoría de los trabajadores universitarios (muchos de los cuales tienen que pagar los boletos), así como de la sociedad en general (harta ya de rifas y sorteos), en beneficio, por el contrario, de los poquísimos que se benefician (los 10 o 15 que se ganan los premios gordos) y los miles que reciben el raquítico beneficio de las becas (que parece que no son el objetivo final de este sorteo), además del resto de las obras sociales cuya canalización, según lo dicho por el Dr. Carlos Moisés Hernández en entrevista a Diario Avanzada, tampoco es consensuada.
Como del Sexto Sorteo Loro todavía faltan algunas asignaciones, analizaré con la lógica más simple el Quinto Sorteo Loro, utilizando la información que aparece en Transparencia. Para el Quinto Sorteo se vendieron, según lo dicho por el propio rector, aproximadamente el 95 por ciento de los 55 mil boletos, cuyo costo fue de 250 pesos, es decir, se obtuvo poco más de 13 millones de pesos.
El monto total de los premios, según información dada también por el rector el día de su arranque, fue de 5 millones 606 mil 950 pesos, repartidos en una casa con un valor de 2 millones 800 mil pesos, un condominio en Manzanillo con valor de 1 millón 433 mil, otra casa en Villa de Álvarez con valor de 650 mil pesos, además de una camioneta X-TRAIL, y dos automóviles, un ALTIMA y un TIIDA, una motocicleta CMX 250 Rebel, más aparte dos automóviles para el sorteo colaboradores, un Nissan Sentra y un Tsuru, más los premios para los vendedores, uno de 40 mil pesos y dos de 10 mil.
Esta cantidad de 5 millones 606 mil 950 pesos benefició, según estos premios, a 12 personas (o 15 si se quiere). Sólo 12 personas (o 15 si se quiere) se llevaron estos 5 millones 606 mil 950 pesos. Bien, el monto destinado a becas y obras sociales de este sorteo fue de 1 millón 801 mil 227, de los cuales 980 mil 115 pesos fueron destinados a becas, beneficiándose con ellas a 499 estudiantes.
El sentido común, sólo el puro sentido común, está aquí torcido. Cómo puede ser posible que más de 5 millones de pesos sirvan para beneficiar a aproximadamente 12 personas (15, pues), y que menos de un millón de pesos sirva para beneficiar a 499 estudiantes, con becas que llegan a veces por semestre, como en el caso de la beca Moreno Peña, a poco más de los mil pesos! Cómo es posible que en este Sexto Sorteo, por ejemplo, Carlos Hernández López, hijo del amigo íntimo del rector, se haya ganado –sin necesitarla de verdad- una casa de más de 3 millones de pesos ¿es amigo del rector también el constructor de esta casa?, mientras que un estudiante recibirá por todo un semestre poco más de mil pesos de beca, en lugar de que estos premios chonchos realmente recayeran sólo en aquellos estudiantes que tuvieran extrema necesidad y que demostrarán excelencia académica.
Pero no, aquí está claro que el negocio y las intenciones son otras y que el sentido “social” del Sorteo Loro es también la fachada de una casa residencial. Aunque yo, por las razones expuestas, estoy totalmente en contra del Sorteo Loro y de todo sorteo efectuado por cualquier institución educativa (máxime si se trata de una universidad), prometí dar voz a una propuesta que recibí por parte de una persona que trabaja en Recursos Humanos de la universidad, quien, por obvias razones, me pide el anonimato, pero cuya propuesta –que al menos me incitó a hacer este análisis más detenido del Sorteo Loro- considero que tendría un enfoque realmente de solidaridad social, y no lucrativo.
Glosando su propuesta, esta universitaria dice que la universidad tiene alrededor de 3 mil 440 trabajadores, de forma que si los directivos, mandos medios y profesores de tiempo completo, que suman alrededor de mil 370, compraran dos boletos a 250 pesos (“de cualquier modo nos obligan a comprarlos”) y luego los profesores por horas, personal de servicios, personal secretarial y personal administrativo, que suman alrededor de 2 mil 70, compraran un boleto a 250 pesos, y si aparte cada uno de los aproximadamente 24 mil 790 estudiantes que tiene la universidad pagara un boleto de 20 pesos, la cantidad que se conseguiría daría un total de alrededor de 1 millón 681 mil pesos.
Si de este monto se compran “dos modestos y simbólicos premios” (dos automóviles, diría yo, por ejemplo: uno para sortearlo entre los trabajadores y otro entre los estudiantes), entonces se podría tener, por lo menos, 1 millón 200 mil pesos, mismos que podrían ser destinados exclusivamente a becas para estudiantes, y ya con eso la universidad estaría cumpliendo su labor social (“si es esa la dizque preocupación del rector”).
Hasta aquí la propuesta. Bien, cotejando estos datos con la información de Transparencia, si sólo del dinero destinado a becas para estudiantes del Quinto Sorteo Loro fueron menos de 1 millón de pesos, tener poco más de 1 millón con este método que propone esta universitaria podría incluso servir para aumentar el monto de las becas de aquellos estudiantes que están todavía más necesitados que los estudiantes necesitados, y además, de paso, quitamos las sospechas de un sorteo que, por los montos que maneja de dinero, el tiempo y el malestar que produce en los trabajadores, las funciones insustanciales que representa, la ilógica de sus objetivos, parece que sigue siendo el “gran sorteo” de unos cuantos.
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