La libertad y sus pretextos

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Por: Rubén Pérez Anguiano*

En los últimos días el tema de la libertad de expresión volvió a ser objeto de atención pública.

Un analista llamado Alfredo Jalife, bastante agresivo y lenguaraz, expresó una serie de improperios y difamaciones contra Tatiana Clouthier, hoy coordinadora de voceros de la campaña de Claudia Sheinbaum. Como resultado de ello enfrenta un proceso penal por delitos que se consideran antagónicos a los estándares internacionales de libertad de expresión.

Analistas coincidieron en algo: si bien el citado Jalife usa un estilo deplorable en sus artículos y declaraciones, no debió ser detenido y menos por la denuncia de la vocera de una campaña presidencial.

Algunos añadieron que no es el único caso de abuso de la normatividad contra la libertad de expresión, pues Citlalli Hernández, senadora y secretaria General de Morena, interpuso en una semana decenas de demandas por supuesta violencia política de género.

Al respecto, el uso abusivo de ese mecanismo (la violencia política de genero) parece volverse un instrumento represivo. Mujeres con poder pueden estar abusando de una legislación creada para proteger a las mujeres, convirtiéndola en un ariete para acallar críticos.

En conjunto, las acciones de diferentes mujeres vinculadas a Morena o a la propia campaña de Claudia Sheinbaum parecen atentados directos a la libertad de expresión si se les mira de un solo lado del debate político, pero quizás deberíamos mirar más de cerca.

La libertad de expresión, si bien es la madre de todas las libertades (según el clásico mexicano), muchas veces esconde pretextos legales para el ataque y la difamación.

Muchos promotores del odio o mercenarios al servicio de quien guste pagarles se aprovechan de la holgura de la libertad de expresión. Al final, se trata de difamar desde la impunidad del ejercicio periodístico.

Tenemos entonces que la libertad parece ejercerse en cada articulo difamatorio contra algún personaje público, pero en realidad se envilece. El análisis crítico se pierde para que aflore el interés político o mercantil inmediato y la libertad de expresión se agota, tornándose un pretexto para otros fines.

El mecanismo opera así: a veces la frustración se refugia tras una pantalla para dar rienda suelta a todo su odio acumulado. En el camino lastima prestigios, trayectorias, perspectivas y más, pero eso no parece importarle a nadie, sólo al afectado o afectada.

¿Eso es libertad de expresión?

Existe una delgada línea que divide el análisis crítico de la calumnia y la difamación.

En contraste, periodistas verdaderos que investigan, analizan y difunden contenido delicado se ponen en la mira de poderes que no necesitan pasar por el expediente judicial. México, no lo olvidemos, se mantiene como uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo.

Tenemos entonces que algunos mueren por ejercer el periodismo y otros lo usan como una posición privilegiada para lastimar y dañar, como si fueran francotiradores gozando de impunidad. Entre ambos extremos la libertad de expresión se deteriora y arruina.

Quizás un día cercano la de expresión ya no sea considerada una más de las libertades y quede como un simple pretexto para morir o para dañar. Ese día nuestro país valdrá mucho menos frente a la historia y frente al futuro.

 

*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 55 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo, ensayo y fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policiaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.