Columna Sedentaria
Por: Avelino Gómez
Esta semana se cumplen cinco años de la muerte del poeta Víctor Manuel Cárdenas(1952-2017). Y muchos lectores seguimos —animales memoriosos al fin— aferrados a sus textos.
Hace unos días, un amigo envió un mensaje preguntando en qué libro de Víctor Manuel se publicó, originalmente, ese breve y eterno poema que nos heredó a todos: La poesía no cambia nada / es un espejo/ donde se mira / el que cambia. ¿Apareció en Primer libro de las crónicas o en Peces y otras cicatrices? No supe darle una respuesta cierta. Me dio pena no tener la certeza suficiente para apaciguar la duda. Y pensé que, de todas las ocasiones en que he merecido ser mandando al carajo por mi ignorancia, esta debió ser la más justa, la más poética.
Conozco a hombres y mujeres que saben de memoria algún poema de Víctor Manuel. Hace años, en la sala de espera de un aeropuerto, conversaba con un joven escritor originario del norte del país. Hablábamos sobre libros. En algún momento, al referir el nombre de Víctor, el otro soltó en voz alta un fragmento de Poemas para no dejar el cigarro: Por favor, amada, cuando muera / incinérame. No permitas que los gusanos / vengan a comer lo que bebimos juntos: / Disculpa la petición / pero mira: cobarde, temo al tormento.
No me sorprendió aquello. Leer a Víctor Manuel es quedarse con algunas de sus líneas en el recuerdo. En mi caso, frecuentemente me persiguen, como perros callejeros que buscan a su amo, estos cuatro versos: Leí en el mar toda la noche: / Calma. Relájate. No desperdicies / pólvora en infiernitos. La vida / es apenas una posibilidad.
También recuerdo, aunque no de memoria, un pasaje de su Apuntes de un aburrido (Puertabierta, 2012). Es aquella parte donde el autor confiesa que le gustaría escribir una novela, pero desecha inmediatamente tal idea, pues prefiere seguir escribiendo sus apuntes y porque —reconviene con el filo de la ironía—, con este calor una novela no es necesaria, si da güeva leerla, mucho más dará escribirla: mejor escribir la lluvia, el viento, las nubes, la poesía.
A un lustro de la ausencia física del poeta, no hay mejor manera de saludar su fiel permanencia que leerlo, releerlo. Propiciar que nuevos lectores lo encuentren, y se encuentren, en sus libros.