La última vez fue a mediados de este mes cuando las fuerzas de seguridad entraron en la Rocinha, la mayor favela carioca, en un esfuerzo para tratar de garantizar la seguridad en la ciudad, que se prepara para albergar la Copa Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
La operación se produjo un año después de la incursión policial en las favelas Complexo da Penha y Complexo do Alemão, en la zona norte de Río de Janeiro donde los habitantes todavía viven en una situación de transición y lamentan que hay un desgaste en las comunidades por la presencia prolongada del ejército.
En la mente de muchos brasileños están todavía las imágenes del 25 de noviembre de 2010 cuando cerca de 200 narcotraficantes armados se escaparon de una comunidad que acababa de ser rodeada por las fuerzas de seguridad y huyeron al vecino Complexo do Alemão, que fue ocupado por la policía tres días después.
Fue una de las operaciones emblemáticas de la incursión policial en las favelas, ya que los agentes entraron en dos de las principales zonas del narcotráfico de Río de Janeiro.
Sin embargo, un año después los habitantes de la zona todavía esperan que se instalen las Unidades de Policía Planificadora (UPP), algo que fue postergado para junio de 2012.
Tampoco ha llegado la vertiente social de ese programa de seguridad pública, ya que el plan es que lo haga una vez que estén implantadas las UPP y que se realice un estudio del territorio para planificar sus acciones.
Para ello, se espera que lleguen unos 2.200 agentes en los complejos de Penha y Alemão. Entre los dos, suman unas veinte comunidades con más de 100.000 personas.
Mientras tanto, la seguridad en la zona sigue a cargo del ejército, y, pese a que esa solución temporal debía mantenerse hasta octubre, las autoridades locales han firmado recientemente un acuerdo con el Ministerio de Defensa para prolongar esa ocupación hasta junio del próximo año.
Por su parte, la Policía Militar, todavía no tiene suficientes efectivos para destinar a esas dos favelas y está entrenando a contrarreloj a nuevos agentes, unos 500 por mes.
Desgaste
Fuerzas de seguridad en favela
Pese a que estaba previsto que estuvieran solo hasta octubre, los militares siguen en las favelas.
La semana pasada, en una audiencia pública sobre la incursión militar en las favelas, unos 30 vecinos de las comunidades afectadas y miembros de las ONG comparecieron para denunciar los problemas que han surgido en este tiempo de convivencia con los soldados.
Los habitantes se quejan de que cometen excesos en el manejo de los conflictos, de que les restringen las fiestas y de que sufren penas injustas.
Por ejemplo, cuatro vecinos denunciaron haber pasado cuatro días en la cárcel por un malentendido con los militares.
«Mi marido es un buen padre de familia, es trabajador y un buen vecino, pero pasó cuatro días en una prisión y le trataron como a un maleante», explicó Rosângela de Souza Mello, la esposa de uno de ellos que dijo presentarse en la audiencia para mostrar su indignación.
Los representantes del ejército y del departamento de Seguridad Pública destacaron la importancia de la presencia militar para que la pacificación de las favelas sea posible.
El general César Leme Justo, que dirigió la Fuerza de Pacificación durante seis meses, aseguró que no ve que la relación entre los soldados y la población se esté desgastando y que los conflictos que hay son puntuales.
«La intención de la pacificación es defender los intereses de la población (…) Claro que hay que adaptarse. Cuando llega una tropa nueva puede haber algún incidente, pero es aislado. Y todo eso se investiga», sostuvo.
Lecciones para la Rocinha
Complexo do Alemao
La policía incursionó en esta favela hace un año, pero los habitantes no han visto cumplidas sus expectativas.
Este mes el gobierno de Río concluyó sus planes de incursión de las fuerzas de seguridad en las favelas con la entrada en la Rocinha, Vidigal y la Chácara do Céu, en la zona sur de Río de Janeiro, la más turística de la ciudad y donde se celebrarán las principales competiciones del Mundial y las Olimpiadas.
Al contrario que las operaciones en los complejos de Alemão y Penha, que no contaban con tanta planificación, la entrada a estas favelas fue pacífica, recuerda el antropólogo y excapitán del Batallón de Operaciones Especiales de la Policía Militar (Bope) Paulo Storani.
Las primeras incursiones fueron precipitadas por los ataques de los traficantes en algunas zonas de Río de Janeiro donde incendiaron autos y autobuses.
Para Storani, la entrada en la Rocinha mostró la madurez de las fuerzas de seguridad desde el inicio del proyecto de las UPP en 2008 y, principalmente, desde la entrada de la policía en los complejos de Alemão y Penha.
«Todo lo que salió mal en aquellas operaciones se intentó corregir y evitar», explicó Storani, al referirse a las denuncias de las malas conductas policiales tras la incursión, como los casos en los que «las armas incautadas no se declararon y algunos hurtos a los habitantes».
Por su parte, el coronel Alexandre de Souza aseguró que, en la Rocinha, los órganos supervisores de la policía estuvieron presentes en la operación.
«En el caso del Complexo do Alemão, por falta de tiempo para planificar, creo que nos faltó un poco de control en la operación», dijo Souza, que es coordinador de Análisis e Integración de la Secretaría de Seguridad Pública.
La relación entre los habitantes y los militares tiene algunas señales de desgaste.
Pero además de haber sufrido una incursión policial menos dramática, la Rocinha también tiene la ventaja de disfrutar de una mejor situación económica.
Para la socióloga y coordinadora del Centro de Estudios de Seguridad y Ciudadanía de la Universidad Cándido Mendes, Sílvia Ramos, la Rocinha tiene una vocación clara como centro comercial y de servicios (está al lado de las zonas más pudientes y turísticas de Río de Janeiro), mientras que los complejos de Penha y Alemão (en los suburbios de la ciudad) enfrentan un dilema.
Esas últimas comunidades, en la zona norte de la ciudad, se sitúan en un área que fue un fuerte polo industrial en los años 1950 y 1960, pero que en las décadas siguientes sufrió un gran proceso de desindustrialización que se aceleró por el tráfico de drogas.
«Lo que le faltan a los complejos de Alemão y Penha es un debate sobre proyectos, destinos y vocaciones para ese área, que hace años fue la zona que atraía más inversiones en Río de Janeiro», afirmó al referirse a la gran cantidad de edificios abandonados que pertenecían a empresas y que ahora están dentro de las favelas.
«En ese área hay el mismo dilema de las zonas postindustriales, que se vive en muchas ciudades como Berlín que tienen que decidir qué hacer con sus esqueletos», aseveró.
Para la socióloga, el potencial económico de esas favelas está en su numerosa población y para que el área se revitalice hace falta la inversión privada sin depender prácticamente de las iniciativas gubernamentales.
Con información de