La Real Academia busca imponer normas en América Latina

Las modificaciones a la ortografía del español ya dividen opiniones entre escritores y lingüistas de América Latina

 

¿“Sólo sé que nada sé” o “Solo sé que nada sé”? Hasta la semana pasada, el acento o tilde marcaba la diferencia. Ahora, la frase que se atribuye al filósofo Sócrates tiene un sentido ambiguo en su escritura porque, de acuerdo con lo que propone la nueva Ortografía de la lengua española, la palabra “solo” nunca más tendrá tilde, aunque su significado sea diferente al tratarse de un adjetivo -solo, de soledad- o de un adverbio -sólo, cuando lo que se quiera decir sea solamente-.

Aunque el contenido definitivo de la Ortografía de la lengua española se conocerá sólo tras el visto bueno que den las 22 Academias de la Lengua Española, cuya reunión está prevista para finales de noviembre, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la semana pasada fue aprobado el texto básico de la misma por parte de la Comisión Interacadémica en San Millán de la Cogolla, España.

Los cambios conocidos hasta ahora han provocado cuestionamientos y opiniones divididas tanto en España como en América Latina.

La nueva edición, anunciada por la Real Academia Española (RAE) y coordinada por el académico español Salvador Gutiérrez Ordóñez, plantea por ejemplo que el alfabeto tendrá 27 letras -definitivamente ya no se cuentan la ch y la ll, a pesar que éstas en 1999 (cuando se publicó la última Ortografía de la Lengua Española) fueron consideradas dígrafos (signos ortográficos de dos letras). En adelante, la y pasa a denominarse ye; ya no se dirá más be alta sino be, ni be baja, sino uve; la w se llamará doble uve. Se escribirá exministro y exnovio, en vez de ex ministro o ex novio. Solo en ningún caso tendrá tilde, tampoco la llevarán los pronombres demostrativos (es el caso de ese, este, aquel, esta) “incluso en casos de posible ambigüedad”, expuso la RAE.

Estas modificaciones alcanzan a una población de alrededor de 440 millones de personas, que son los hablantes del español, de los cuales cerca de 400 están en América Latina y más de 100 millones son mexicanos.

Usos locales

Un primer asunto que critica Genoveva Iriarte Esguerra, directora del Instituto Caro y Cuervo, con sede en Bogotá, Colombia, es que se pretenda unificar la forma de llamar las letras, cuando cada país tiene usos diversos:

“El hecho de que ellos (la RAE) digan que se deben nombrar diferente las letras no es un problema ortográfico, es un asunto de denominación. Como la gente o las cosas que tienen nombres propios, uno no puede regir los nombres propios de las letras. No tiene porqué uniformarse en todo el mundo hispanohablante; eso no tiene ninguna trascendencia desde la perspectiva puramente ortográfica”.

Igual piensa la escritora Carmen Boullosa cuando ejemplifica: “Que las nominaciones be alta y be baja queden abolidas es una imposición obtusa: me perdonarán, pero para nosotros la be alta es be alta, y la be baja lo que es, porque pronunciamos las dos letras de manera idéntica. No hay una actitud coherente de la Academia”.

El escritor Juan Villoro ve lógico que haya modificaciones a la ortografía porque la fijación del idioma debe adaptarse a nuevas circunstancias, pero no cree que todos los cambios caigan igual. “Me gusta que la i griega, nombre un tanto abstracto y demasiado largo para una sola letra, se sustituya por ye. La moda ye-ye llegó al alfabeto con algunas décadas de retraso pero no está mal. En cambio, lamento que se pierda el acento para distinguir al sólo de solamente, del solo de soledad. A veces la ley no tiene que ver con la justicia”.

La literatura en español está llena de grandes ejemplos donde el uso del sólo con tilde es diferente al del solo sin ésta. Un caso es el del poema “La poesía”, del Nobel de Literatura mexicano Octavio Paz, que en una de sus estrofas dice: “Ya sólo tú me habitas, / tú, sin nombre, furiosa substancia, / avidez subterránea, delirante”. Si el acento se retira, el poema es otro: “Ya solo tú me habitas, / tú, sin nombre, furiosa substancia, / avidez subterránea, delirante”.

La directora del Instituto Caro y Cuervo señala desde Colombia: “No podemos, arbitrariamente, de la noche a la mañana, hacerle cambios al sistema lingüístico en algunos aspectos de la ortografía que lo que están haciendo es diferenciar los significados de las palabras. Si usamos una tilde en sólo es para diferenciar el contenido. ¿Es suficiente el contexto de la frase para diferenciar uno del otro contenido?”

Y el poeta David Huerta comenta: “La no acentuación de los demostrativos y de la palabra solo exige de los hispanoescribientes -si podemos llamarlos así- un análisis del que la mayoría de la gente no es capaz, para ver si esta palabra solo funciona como adverbio o como adjetivo, o si los demostrativos son adjetivos o son pronombres”.

 

¿Imposición o negociación?

Si bien David Huerta da la bienvenida a los cambios para aclarar y facilitar las comunicaciones, opina que algunas propuestas estarían sujetas a deliberación, pero que todo indica que ya no habrá tal:

“Aquí hay un tema de ejercicio del poder, curiosamente la Real Academia Española manda sobre muchas academias republicanas de este lado del Atlántico. Eso se debe a la debilidad de nuestras academias lo que, por desgracia, tiene que ver con la manera como se han formado; en la Mexicana hacen falta lingüistas y filólogos, gente profesionalmente dedicada al estudio de la lengua; la Academia Mexicana sigue siendo muy priista”.

Huerta explica que aunque varios especialistas asesoran a la Academia Mexicana y argumentaron con rigor científico, en un documento, la necesidad de acentuar los pronombres demostrativos, estas modificaciones no fueron tomadas en cuenta.

“Por desgracia el fondo es político, de ejercicio del poder de la Real Academia sobre las demás academias de nuestra lengua. Parece que en pleno siglo XXI no hemos salido de la dependencia del reino, de la metrópoli imperial.

“Lo que se pretende es que la Real Academia nos rija a todos los que hablamos español y creo que eso ya no se puede -dice Carmen Delia Valadez, una de las investigadoras del Diccionario del Español de México, que realiza el Colegio de México-. No se trata de crear una división, pero por qué imponernos antes el uso de la q en la palabra Irak, cuando siempre en México lo habíamos escrito con k, o por qué imponernos una norma que no es el uso mexicano. Estamos hablando de la cuarta parte de hablantes del español, y lo que creo es que no nos deben imponer un uso que no es el nuestro. Estoy de acuerdo cuando hay correcciones a una falta, como las que hay en las traducciones de las películas, que son inventos, pero no en algunos de estos casos”.

Y aunque la RAE ha reducido el alfabeto a 27 letras, el Diccionario del Español de México del Colmex, mantiene las 29 (precisamente, la siguiente edición de esta obra, en dos tomos, se presentará el miércoles 17 de noviembre).

“Hemos mantenido la ch y la ll separadas -dice Valadez- porque corresponde a una tradición, a un fonema, implica un cambio total. Hay muchas palabras de origen indígena que se escriben con ch y eso le da un carácter distintivo al español. Creo que a esta decisión de la RAE se ha llegado por la cuestión de las computadoras, pero no son argumentos lingüísticos los que están pesando ahí”.

Para Genoveva Iriarte Esguerra “el proceso de evolución del sistema lingüístico se genera fundamentalmente por cuestiones de uso y por cómo la gente evoluciona con la lengua, pero este sistema no evoluciona con un mandato, con una regla, no nos van a poner hablar a todos de alguna manera por una regla. El problema es qué tanto van a servir estas modificaciones. Deberían calcular que están dando unas normas, pero que hay 450 millones de hispanohablantes, 400 millones en América Latina, y que sería muy complicado que la regla le ganara al uso”.

“Encuentro inconsistencias en los cambios propuestos -opina, por su parte la escritora Carmen Boullosa-. Unos por esto, otros por otro, y en resumidas cuentas ponen en general más desorden; dictan normas que no respetan tradición ni uso”.

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