LA VIDA ENTRE LÍNEAS

Por Elinord CODY FaceBook Elinord Cody

En redes sociales es muy cómodo criticar. Es fácil cuestionar si la prensa hace o no su trabajo, especialmente cuando se trata de temas de seguridad. Sin embargo, mientras los reporteros se presentan ante los funcionarios, los encaran y exigen respuestas públicas, la mayoría de la ciudadanía se limita a quejarse detrás de una pantalla, como si escribir un comentario en Facebook fuera suficiente para cambiar la realidad.

La violencia en Colima no es un problema nuevo. Llevamos tres años viendo cómo la inseguridad se agrava sin que haya soluciones claras ni resultados efectivos por parte de las autoridades. Lo ocurrido hace unos días en Villa de Álvarez, donde un ataque armado dejó una persona muerta y 17 heridas, incluidas tres menores de edad, es solo una muestra de la crisis que vivimos. Pero este no es un hecho aislado.

La violencia se ha extendido a espacios públicos: las calles de las ciudades, centros comerciales, restaurantes, estacionamientos, incluso el portal del centro histórico de Colima. La sensación de peligro es constante, pero la reacción social sigue siendo débil.

Los ciudadanos se lamentan, expresan su miedo y frustración en redes, pero ¿dónde está la exigencia real? ¿Dónde están las marchas, los movimientos organizados, las cartas abiertas, las solicitudes formales de rendición de cuentas?

Mientras la violencia se normaliza, la vida sigue como si nada: la gente asiste a festivales, carnavales y festejos, como si el problema no existiera o no fuera con ellos. No se trata de dejar de vivir, pero sí de reconocer que la indiferencia solo beneficia a quienes deberían rendir cuentas.

Los reporteros hacen su labor: acuden a conferencias, preguntan, insisten, ponen en aprietos a los funcionarios. Pero el periodismo, por más incisivo que sea, no es un sustituto de la participación ciudadana. Si la sociedad se limita a criticar desde la comodidad de un celular, la exigencia se queda en el aire y el problema persiste.

Es cierto que la responsabilidad de resolver la crisis de seguridad recae en el gobierno, pero si la ciudadanía no ejerce presión real, si no exige respuestas más allá de un comentario en redes, ¿qué incentivos tienen las autoridades para actuar?

La pregunta es clara: ¿seguiremos quejándonos desde el anonimato digital o saldremos a exigir soluciones de manera directa? Porque señalar detrás de una pantalla es fácil, pero enfrentarse a quienes toman decisiones y demandar cambios reales es lo que realmente hace la diferencia.