La selección, su historia de fracasos y su similitud con nuestra realidad

APUNTES PARA EL FUTURO 
Por Essaú LOPVI 

México, es una nación vibrante y llena de potencial, se enfrenta a una similitud desconcertante: su realidad como país en el contexto global y su desempeño en el fútbol parecen reflejar una similitud dolorosa y persistente.

Ambos aspectos, importantes para el país, están marcados por promesas incumplidas y una serie de derrotas que nos llevan a cuestionar nuestra posición y nuestras capacidades.

En el ámbito internacional, México es una economía emergente con un inmenso potencial debido a su riqueza cultural, recursos naturales y una población joven y dinámica. Sin embargo, pese a estos recursos y ventajas, el país sigue luchando contra problemas estructurales que frenan su progreso: la corrupción, la desigualdad, la violencia y la mala administración pública. A menudo, México es visto como un gigante dormido, siempre a punto de despertar y reclamar su lugar en el escenario mundial, pero rara vez logrando materializar esa promesa.

Este patrón de esperanzas altas y resultados decepcionantes es sorprendentemente similar al desempeño de México en el fútbol. El «Tri», como es conocida la selección nacional, ha mostrado destellos de brillantez en numerosas ocasiones, haciendo que los aficionados sueñen con grandes victorias y torneos exitosos. Sin embargo, esos sueños muchas veces se ven truncados por derrotas amargas, eliminaciones tempranas y un ciclo repetitivo de renovación y promesas de mejora que rara vez se concretan.

¡Ah, la selección mexicana de fútbol! Un equipo que ha logrado dominar una disciplina en particular: ¡la habilidad de no ganar torneos importantes! A diferencia de países con similares realidades como Brasil, Uruguay y Argentina.
México ha desarrollado una destreza única en decepcionar a sus seguidores y en demostrar por qué el éxito en este deporte no es propiamente lo suyo. Veamos algunas de las razones detrás de su recurrente falta de triunfos.

El arte del autoboicot. La selección mexicana es un experto en autoboicotearse justo en los momentos cruciales. Desde decisiones tácticas inexplicables hasta el clásico «apapacho» a los jugadores estrella, México ha perfeccionado el arte de tirar por la borda cualquier oportunidad real de avanzar en los torneos importantes. Es casi impresionante ver cómo pueden hacer que todo se desmorone en un abrir y cerrar de ojos.

El factor suerte. Claro, algunos podrían argumentar que el éxito en el fútbol se basa en la habilidad, el entrenamiento y la estrategia. Pero no para México. Aquí, para muchos, la suerte desempeña un papel crucial. Y cuando decimos «suerte», nos referimos a todas las cosas posibles que pueden salir mal en un partido. Desde lesiones de último minuto hasta decisiones arbitrales dudosas, México siempre encuentra la forma de tener el peor escenario a su favor. ¡Es asombroso cómo pueden convertir cualquier oportunidad en un desastre épico!

Un toque de superstición. Otro ingrediente indispensable en el desastroso cóctel mexicano es la superstición. Desde llevar amuletos de la suerte hasta realizar rituales místicos en el vestuario, los jugadores mexicanos creen fervientemente en que estas prácticas los ayudarán a alcanzar la victoria. Pero, por supuesto, la única superstición que parece funcionar es la de repetir los mismos errores una y otra vez. Después de todo, la consistencia es clave, ¿verdad?

La pregunta es, ¿por qué esta similitud? Parte de la respuesta puede encontrarse en la forma en que enfrentamos nuestros desafíos. En ambos casos, hay una tendencia a confiar demasiado en soluciones a corto plazo y figuras carismáticas que prometen cambios rápidos. En lugar de abordar las causas profundas de nuestros problemas, tanto en el fútbol como en la gobernanza, nos contentamos con parches temporales que inevitablemente fallan.

Otra similitud radica en la estructura y gestión. En el fútbol, la administración de la Federación Mexicana de Fútbol ha sido objeto de críticas constantes por su falta de visión y planificación a largo plazo. De manera similar, el gobierno mexicano, independientemente del partido en el poder, ha sido criticado por políticas inconsistentes y una falta de continuidad que impide avances sostenibles.

Pero no todo está perdido. Hay ejemplos de países y equipos que han superado desafíos similares a través de reformas profundas, un enfoque en la juventud y el desarrollo sostenible. En el fútbol, esto significa invertir en academias juveniles, infraestructura y entrenadores de calidad. A nivel nacional, implica una lucha decidida contra la corrupción, la implementación de políticas inclusivas y un enfoque en la educación y la innovación.

El verdadero cambio, tanto en el fútbol como en la nación, requiere paciencia, persistencia y un compromiso inquebrantable con los principios y objetivos a largo plazo. México tiene el potencial de destacarse tanto en el escenario mundial como en el campo de fútbol. Lo que necesita es una estrategia clara, una ejecución consistente y, sobre todo, la voluntad de enfrentar y superar los obstáculos con integridad y determinación.

Es hora de que México despierte de su letargo, no solo para reclamar su lugar en el mundo, sino también para brillar en el deporte que tanto apasiona a su gente. La conexión entre nuestra realidad nacional y nuestro desempeño en el fútbol no tiene por qué ser una historia de derrotas continuas. Puede, y debe, ser una narrativa de resiliencia, superación y triunfo.