LA TRAMPA DEL  ELOGIO ( Facundo Cabral: al caballo lo acarician para montarlo)

TAREA PÚBLICA

Por: CARLOS OROZCO GALEANA

El título de este artículo corresponde a la expresión de un deportista famoso que fue portero del Real Madrid, Iker Casillas y  fue ejemplo por su alto rendimiento deportivo y por la sencillez que  se le  reconocía en gran parte del mundo.

Como fue atleta de alto nivel y por su calidad personal, lo que decía en tiempo no lejano era amplificado por los medios, como sucedió cuando dijo: los elogios nos debilitan. Lo dijo a propósito de que su equipo de futbol traía una buena racha de triunfos, pero advirtió que no debían tomarlos como símbolo de que nadie los podía superar.

Como bien se sabe, en la arena política es donde llueven los elogios entre personajes de la misma ideología o de los mismos intereses, aunque en menor medida  en la vida diaria.

Incluso, cientos o miles de personas mediante pago de por medio, usan las redes para bañar de miel a los políticos, queriendo dar a entender que gozan de gran aceptación social y son sábelo  todo  cuando la verdad es que no es así. No son muchos los que leen y tienen vasta cultura. Mil y una justificaciones hay de por medio cuando algún político o un simple servidor público, para quedar  bien, le quema incienso a los de más arriba ( de su mismo partido, claro, o de otro dado el caso) en busca de su gracia porque eso  podría ayudar a escalar en el poder.

Recuerdo al cantor argentino Facundo Cabral cuando dijo en una de sus presentaciones que “al caballo lo acarician para montarlo”, es decir, con las caricias busca la gente ganarse al equino  para que no respingue y acepte tranquilamente al jinete, pues normalmente cuando un caballo rechaza a quien pretende empalmarlo, lo derriba fácilmente.

Los elogios no debe marear a quienes ocupan cargos en los gobiernos y toman decisiones públicas, pueden resultar fatídicos, desesperanzadores. Vean lo que pasó con Peña Nieto. No lo bajaban de guapo, y resultó un fiasco y otras cosas peores. Me pongo en los zapatos de los políticos profesionales, normalmente blanco de elogios al por mayor, interesados los más, cuando alguien les dice que siempre tienen la razón, que son muy brillantes y nunca se equivocan, que son infalibles, casi dioses, que nadie es más grande ni más guapo (a)  que ellos, que el sol, incluso, sale para acariciarlos preferentemente a ellos, más o menos como dice la melodía  – OJALÁ – que sobre el mandón de la Habana, Fidel Castro, le hizo en una exposición un poeta cubano que era muy fino en sus protestas contra su régimen.

Sí, los elogios debilitan por mentirosos; son el mayor azote de la amistad, como escribió Cicerón. Hay que estar muy atentos para hacer oídos sordos a los que te pueden bañar de miel porque quieren algo de ti. Por supuesto que, en la algarabía electoral y post, o ya en la formación de los gobiernos, no faltan los que no pudiendo “envolver” a alguien para sus propósitos particulares inventen cualidades o juren “lealtad a ciegas” al gobernante de turno y a  quien se deje elogiar,  para sacar raja. Pienso que recibir sin chistar un halago injusto, equivale a perder  autonomía. Al prevalecer  los elogios interesados, se renuncia al pensamiento objetivo y se renuncia a ser nosotros mismos, con nuestras fortalezas y debilidades.

Porque mentir para sorprender a otros es una herramienta muy fina para encajar en los cánones sociales y se hace a pesar de que la mentira no es aceptada moralmente. Ser además un mentiroso, y además patológico, no es bien visto, tal conducta es rechazada casi donde sea, a excepción de en algunos círculos oficiales donde para prosperar y aún para sobrevivir hay que hacer gala de los subterfugios más inimaginables. No en balde se dice que en política es un arte comerse un sapo y decir qué rico es.

Y es que mintiendo a quien te puede otorgar un beneficio en la vida común, o halagando al poderoso de turno, pueden los desviados obtener provecho. Esta es la lógica en numerosos espacios de la vida. Casi a nadie le gusta que le digan sus verdades, la gente no está acostumbrada a saber de correcciones por fraternas que parezcan porque es soberbia por naturaleza. En lo personal, como me gusta hablar con la verdad, dejé de participar en acciones de asesoría en algunos espacios gubernamentales, porque lo que argumentaba a veces lastimaba el ego de algunos, principalmente de los que acariciaban al caballo (al jefe). Siempre preferí guiarme con la verdad, mientras otros quemaban incienso al que mandaba. Incluso, supe de un funcionario a quien un gobernante le increpó el por qué era tan lambiscón con él sin ninguna necesidad o justificación.

Renúnciese  a la práctica del halago para obtener fines impropios. Con la justa medida, con honradez,  es bueno dar y recibir elogios porque mejoran la autoestima y se logra una influencia positiva sobre la personalidad y el carácter. Pero si alguien  señala  errores de alguien,  hágasele un monumento en el corazón por el bien que  hizo. Lúchese a la buena para conseguir lo que se pretenda sin sorprender a otros porque esto es una infamia. Los elogios debilitan y el engaño deforma la mente y convierte en seres viles a quienes lo  usan.