LAS DIFICULTADES DEL PRI ( Caso Duarte Y Caso Lozoya le pega en la línea de flotación )

TAREA PUBLICA

Por: Carlos OROZCO GALEANA

Han capturado hace dos semanas a un malandrín de siete suelas en la persona de Oscar Duarte, exgobernador de Chihuahua, miembro de la clase política del peñismo y quien representa un logro estimable que le viene como anillo al dedo a la 4T en materia de combate a la corrupción.

Y en los días últimos, atraparon a otro malandrín en la persona de Emilio Lozoya, quien alegremente repartía dinero para beneficiar políticas económicas del peñismo ( la reforma energética, por ejemplo ).

Hace doce años, el expresidente EPN presumió a un grupo de políticos que resultaron muy ladrones, aliados del narco y enriquecidos hoy a más no poder. Hasta se decía que estaban guapos, cuando no era cierto. A Duarte le encontraron 50 inmuebles en Estados Unidos, los cuales  tiene a nombre de familiares y prestanombres. Duarte se dedicó a saquear a su estado. Lozoya hizo lo mismo y mezcló en sus enjuagues a su esposa y a su señora madre, ambas prófugas.

El caso Duarte sorprendía a los mexicanos con justa razón. Cómo era posible en esta época en que las tecnologías para investigar crímenes es muy moderna y no se pudiera atrapar en varios años al chihuahuense. Es obvio que durante el régimen anterior no se le ubicara, pero ya habían pasado casi dos años de Lópezobradorismo y del tipo ni sus luces. Es deseable que brille la justicia y haya la oportunidad para los mexicanos de creer que ahora sí el país cambiará y se castigará a los gobernantes ladrones, que los hay en todas partes.

La lista no acaba con Duarte. Hay otros exgobernadores y altos funcionarios más que deberían estar en la mira de la FGR o guardados en las cárceles. Es público que al menos una docena de ellos contribuyó a empobrecer los estados que gobernaban o a las dependencias que decían servir. Hacían como que trabajaban cuando en verdad solo se ocupaban de sus asuntos particulares, de traficar la influencia que el cargo les proporcionaba. A algunos de ellos Amlo los tiene en la mira nomás acaben sus mandatos, tal como lo reveló   recientemente en Manzanillo.

Es comprobable que exgobernadores corruptos se saltaron normas éticas mínimas en el ejercicio del poder, no actuaron con integridad ni transparencia, con sentido de Igualdad tratando a todas las personas por igual en condiciones similares. No fueron imparciales al no proceder con objetividad en el ejercicio de la función pública. Ni lo hicieron con justicia para dar a cada cual lo que le correspondía según el derecho y la razón.

La realidad mexicana nos ofrece un panorama político desastroso. La política sigue tomándose como oportunidad de lucrar lo más que se pueda. Y fíjense ustedes que a los políticos que les gusta la plata fácil, no tienen llenadera ni verguenza. Ni siquiera tienen la hombría para confesar sus delitos. No tienen vergüenza porque declaran cierto número de bienes al ingresar al servicio público y por arte de magia, como si se les hubiera aparecido la lámpara de Aladino, al poco rato dicen que estos ya aumentaron milagrosamente porque ahorraron o “los heredaron”. Se incluyen por cierto expresidentes de la república y presidentes suertudos de partidos políticos en ese listado de serpientes.

La captura de Duarte, decía, le viene como anillo al dedo al gobierno actual. Junto a Emilio Lozoya, ex director de Pemex, ya son dos peces gordos los que caen en las redes de Amlo. Faltan Eduardo Medina Mora y Tomás Zerón, por lo pronto. Mucho jugo le sacará Amlo a este tema, podrá presumir que él sí es un adalid contra la corrupción, aunque el listado de políticos corruptos sume decenas o centenas y se le acuse de dañar a varios partidos en lo electoral. La justicia es primero. Y el Pri resultará el más perjudicado por esta acción en momentos en que aspira a que la gente olvide los malos momentos que produjeron Quique y su pandilla de gobernadores facinerosos, Su presidente, por cierto, se ha apresurado a declarar que el PRI no protegerá a Duarte y que no tienen vínculos con él. A ver quien le cree. Sabe en sus adentros que no hay nada que hacer en este asunto salvo protegerse del daño a la imagen que el chihuahuense le causa a su partido.

Se preguntará el lector por qué el asunto Duarte y el de Lozoya complica la vida al Pri. Es fácil la respuesta. Lo que más le conviene a este partido es que la gente olvide el pasado, las tropelías de altos funcionarios públicos que confundieron el servicio con la apropiación indiscriminada de bienes, compra de mansiones, mujeres, ranchos, y apertura de negocios de toda índole, millonadas de pesos o dólares que movieron por paraísos fiscales en varios países para caer luego en cuentas bancarias mexicanas o en grandes negocios. De estos trafiques sabe algo el panista Ricardo Anaya, el próspero empresario queretano que según Lozoya recibió casi 8 millones de pesos por su favor a favor de la reforma energética peñista. Por cierto, Duarte es candidato a una medalla de oro por lavado de dinero.

Los próximos meses habrá mucha gente preocupada que revoleteaba alrededor de la fortuna de Duarte y que le ayudó en le ejecución de sus latrocinios. También, habrá gente asustada en cuanto abra la boca Lozoya. Veremos entonces de qué está hecho nuestro presidente. Hay que redimir al pueblo castigando ejemplarmente a quienes lo dañaron es la exigencia social. Por lo pronto, sin ninguna duda, estas acciones pegan en la línea de flotación del Pri, que es, entre paréntesis, lo que quizás persiga muy claramente el presidente de cara al 2021. En la lista de afectados también está el Pan, pero eso será tema de otros comentarios.