Las posibilidades del odio

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Por: Rubén Pérez Anguiano*

Suena ridículo, pero hace unos días legisladores mexicanos debatieron hasta el exceso por el conflicto entre el grupo terrorista Hamás y el gobierno de Israel. Allí se eligieron contendientes por razones subjetivas, como si fuera un partido de fut. Brotaron los gritos de apoyo hacia un bando u otro, en una más de las muestras del ridículo legislativo.

Como si México no tuviera suficientes motivos de odio, los protagonistas de las instituciones representativas se volcaron a tomar partido en conflictos que poco entienden. Claro, los temas de la seguridad en el país les merecen menos pasión polémica, siendo que las víctimas están más a la mano.

Pero es que el odio es así: busca pretextos. Si mañana surgiera un conflicto entre dos lejanas naciones asiáticas, los legisladores tomarían partido y volverían a la carga, pues lo que importa es seguir discutiendo (con o sin argumentos razonables) hasta el infinito.

Pero la clase política, más allá de sus diferencias de color, se tranquiliza al final de la jornada y se reconcilia con facilidad. Los he visto abrazarse, darse palmadas amistosas y hacer planes para tomar alguna copa después de discusiones que parecen preludios de una guerra. Mientras tanto, allá abajo, en la sociedad real, las discusiones se toman muy en serio y la sangre llega con mucha facilidad al río.

Pero el odio es redituable, según lo cuenta la historia y por eso no se duda en recurrir a él. Los instigadores del odio logran objetivos importantes, como lo es partir a la sociedad en dos para manipularla.

El mundo está lleno de odio en estos momentos y las posibilidades de manipulación de las emociones son infinitas. Sobran pretextos: el odio racial, la oposición de los intereses locales contra los migrantes, las reacciones conservadoras frente a los excesos de la ideología “progre” o la eterna dicotomía entre ricos y pobres.

México anda en las mismas. Desde hace años se teje el odio entre los mexicanos y las diferencias se visten de rencor, de animadversión, hasta el punto de que resulta imposible encontrar las coincidencias.

Basta revisar la cuenta de algún intelectual, periodista o analista independiente para darnos cuenta de cómo es atacado con saña por granjas de bots cuya misión es azuzar el odio hasta el infinito. No existen muchas diferencias con las tácticas fascistas de amedrentamiento.

Hace años se hablaba de la necesidad de encontrar los “comunes denominadores”, los puntos esenciales que permitirían el avance de la sociedad. Eran momentos donde todavía se creía en la política, es decir, en el diálogo para encontrar acuerdos.

Hoy se insiste en aniquilar al adversario, silenciarlo, agotarlo con la fuerza de la descalificación y la ofensa.

Estamos en una época donde no se cree en la política, sino en la antipolítica, es decir, la oscuridad que lleva a la ceguera y el ruido que lleva a la sordera.

Seguimos sembrando odios sin importar lo que vendrá después.

 

 

*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 55 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo, ensayo y fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policiaca, letras colimenses y un libro de aforismos.