LAS UNIVERSIDADES SON EL CAMBIO

TAREA PUBLICA

(Deben ser cimiento  de una cultura humanística que contemple a la persona como punto central de la vida)

Por: CARLOS OROZCO GALEANA

Citar a las instituciones educativas de nivel superior y pensar en ellas como puntales del desarrollo es equivalente a depositar la esperanza en un mundo mejor. Los pueblos encuentran caminos más prósperos si logran construir alternativas que generen conocimientos y su transmisión correcta y  una cultura basada en el respeto a los derechos humanos y a las leyes que nos rigen.

Las sociedades de ayer y hoy han progresado gracias a las aportaciones de los centros de estudio que se han consagrado a la investigación y a difundir la cultura promoviendo la igualdad de oportunidades.  Ha influido en  estos propósitos las crecientes inversiones y la sensibilidad de los gobiernos, de tal manera que hoy los países más aventajados mantienen un liderazgo reconocido.

México tiene un engranaje aceptable de universidades públicas y privadas que son funcionales al sistema económico vigente. Con  altibajos en términos financieros, los centros educativos superiores  del estado avanzan y tratan de vincularse a las sociedades, sin que algunas lo logren explícitamente.

Casi la mayoría de ellas promueven la investigación o el intercambio de estudiantes y maestros fuera de nuestras fronteras y una vinculación con el aparato productivo en la búsqueda de lograr un desarrollo académico y de índole económico –  social  que sirva de sostén y de respuesta a las nuevas generaciones que tienen hoy dinámicas permanentes en el tiempo y aspiraciones de trascender.

Por ejemplo, frente a la pandemia, se tuvo que echar mano de esquemas de aprendizaje distintos a los basados en la presencia estudiantil. Fue un tiempo difícil que dejó tirado a miles de estudiantes, y una afectación innegable en los esquemas de competencias internacionales.   Empero, como dijo Francisco Javier Marmolejo, que estuvo presente en la Universidad de Colima dictando una conferencia el 7 del presente mes y recibiendo el reconocimiento como Doctor Honoris Causa, la actual etapa post pandemia  “es una oportunidad para las universidades de reafirmar su papel como depositarias, generadoras y difusoras del conocimiento y de mostrar su validez ayudando a comunidades, adaptándose a la nueva realdad para que los profesionistas egresados tengan dominio de las herramientas tecnológicas que les permitan hacer su trabajo”.

No quedan en eso las recomendaciones: “Hay que repensar los paradigmas de la educación, ver si los estudiantes aprenden algo pertinente o están aprendiendo de un mundo que no es mundo de la realidad, “porque la mayor parte de las competencias se obtienen antes  de la universidad.“

La parte central de su exposición fue muy precisa: no puede haber una universidad de calidad si  no está centrada en el propósito  de la educación superior como transformadora del contexto en que vivimos; tenemos que cuestionarnos si la U. de C. está siendo reactiva, pasiva, emuladora o activa y proactiva en la atención de las demandas del futuro o simplemente está esperando que algo pase, aunque estén haciendo las mismas cosas, o simplemente no está haciendo nada.

Pues vaya manera de cerrar su conferencia del académico Marmolejo Cervantes. La Universidad de Colima, todos los sabemos, es una entidad educativa que es eje del desarrollo. De sus capacidades y proyectos deben derivarse oportunidades para sus egresados en los numerosos ámbitos del quehacer que abarca. Genera confianza, algo fundamental, en que sus egresados lograrán conocimientos para insertarse en el mercado de trabajo, de suyo exigente.

Es importante este último punto de vista del ponente: la universidad debe liderar el cambio y ser audaz; no puede ser, digo yo,  espectadora de lo que ocurre, un ente aislado; debe proponer iniciativas de mejoría, dar pautas de crecimiento moral y humano, motivar el emprendimiento entre sus estudiantes, idear proyectos y soluciones que impulsen el crecimiento de los sectores base de la economía local, preferentemente. La actividad organizada, la proactividad, deben ser su signo más evidente y más convincente. Ha de estar en consonancia  con la Ley General de Educación que, en su artículo noveno define que  la educación superior  es fundamental  para el desarrollo de la nación  basado en  la investigación científica y tecnológica, alentando el fortalecimiento y la difusión  de la cultura nacional y universal.

Ir por el camino de la investigación científica, la  innovación y el emprendimiento, que es un buen  camino, entraña responsabilidades compartidas entre sus autoridades y los usuarios de sus servicios, que son estudiantes y docentes principalmente.

El gobierno debe poner su parte respetando la autonomía,   entendida desde la libertad de cátedra y alentar la inversión en el ramo. Empero, como entidad receptora de recursos financieros, la Universidad ha de rendir cuentas claras sancionadas por  autoridades competentes.  Así, se irá forjando y consolidando una imagen confiable, consolidada, misionera, que sea cimiento de una cultura humanística que contemple a la persona como el punto central de la vida.