¿QUÉ VIENE?
Por: SEAN OSMIN HAMUD RUIZ
Muchas veces y a la gran mayoría, nos toca experimentar dificultades, pérdidas, sufrimientos y carencias.
Las hay materiales, emocionales, espirituales, y superarlas implica un esfuerzo personal con costos en tiempo o muchas veces en salud física y mental.
Variedad de corrientes filosóficas y religiosas nos indican que en el sufrimiento hay una enseñanza, pero sobre todo se aloja una esperanza de recompensa trascendental. Desde estar en la gracia y presencia del creador, hasta las 72 vírgenes esperando al héroe yihadista.
También es común que de manera casi terapéutica comparemos “niveles” de desgracias con la finalidad de entender que siempre se puede estar peor y que hay que agradecer no estar allí.
La guerra, acompañada por sus pares hambre, peste y muerte, podríamos decir que es el infierno manifiesto en esta vida y que representa la desolación absoluta. ¿Cómo tener fe en tiempos mejores cuando literalmente llueve fuego frente a tu ventana?
Y en otra arista, cuando una desatada fuerza natural azota sin clemencia y hace que tu inmediato entorno, tu forma de vida, tu patrimonio, comodidad y hasta gente cercana, en cuestión de horas desaparezcan ¿qué pregunta hay que contestar para intentar explicarlo? ¿qué charla motivacional sacará delante ese ánimo para “echarle ganas”?
Ante vivencias como estas por supuesto que no hay respuestas simples y la única realidad asible es que en la historia de la humanidad hay muchos ejemplos que nos narran haber salido del atolladero.
Resiliencia, trabajo y abnegación son elementos que conforman el andamiaje que ayuda a ir superando estos momentos. Pero el elemento indispensable y constante, sin duda alguna es la solidaridad.
Ese sentido de comunidad, de pertenencia. Las acciones de bondad simple, desinteresada y sin un destinatario identificado. La capacidad que como seres humanos hemos tenido de entender que somos un todo y actuar en beneficio común como consecuencia de este entender.
Desear que el otro este bien y emprender acciones concretas para conseguirlo, sin mayor motivación que saberse empático.
Conseguir que en esta sinfonía que es la humanidad no dejemos de sentir la melodía constante de la caridad, conscientes que para nuestra armónica supervivencia es el verdadero LEITMOTIV.
MICROCUENTO
Despertar a la nada. O más bien al todo desmembrado. Mirar y andar sin rumbo, en un estupor embriagante, lleno de angustia. No saber si ese caos alrededor es el purgatorio o el infierno. No saber si vas vivo o muerto.