Diario de Educación
Por: Juan Carlos Yáñez Velazco
La semana pasada se publicó en este espacio la primera parte de un ejercicio colectivo con estudiantes del sexto semestre grupo A de la Facultad de Pedagogía en la Universidad de Colima. Cada uno escribió un párrafo a partir del enunciado que titula esta colaboración. Esta es la segunda mitad.
Los que nos enseñaron los niños
Los niños transmiten la alegría que a veces nos falta a para ver el mundo de colores. Siempre pueden enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar ocupado en algo y a exigir con todas sus fuerzas aquello que desea.
Los niños son el motivo para continuar luchando por el futuro; inspiran para trasmitir una sonrisa frente a situaciones adversas. Son la alegría de un salón de clases y se aprende de ellos, como ellos de nosotros.
Un niño es increible; te pueden sacar mil sonrisas con el simple hecho de verlos, escucharlos, convivir, jugar, entenderlos. Cuando me preparo para trabajar con niños, en ocasiones entra mi desesperación por no saber qué actividades elegir, con la preocupacion de que no les gusten. Mi hermana dice: «acuérdate de lo que te gustaba hacer cuando eras niña»; y aparecen ellos, porque tienen el poder de hacerte retroceder el tiempo, de hacerme pensar como cuando era niña para lograr comprenderlos; no es fácil, porque he trabajado tanto en ser adulto que me olvido que en algún momento fui niña, pero ellos lo consiguen.
Los niños me enseñan a vivir el presente; no les importa lo que pasará mañana o después. Disfrutan el momento y mientras vamos creciendo nos va importando más el futuro, tenemos más preocupaciones de qué sucederá y no disfrutamos el día a día.
Me enseñaron que dedicarle tiempo a alguien es muy importante; ellos pueden ser felices si les dedicas tiempo, si prestas atención de lo que platican, lo que están realizando o que les resuelvas las dudas, y a veces, por estar ocupados, no le dedicamos tiempo a las personas valiosas en nuestra vida, o pensamos que comprándoles objetos demostramos cariño. ¿Qué muestra más elocuente de amor es dedicarle tiempo a una persona?
Los niños son los seres de los que más podemos aprender, nos enseñan incluso sin tener que hablar, basta con su ejemplo para aprender el valor de la solidaridad y compartir lo que tenemos. Los niños crean amistades puras y sinceras, les bastan unos minutos para tener un nuevo amigo. También enseñan a perdonar.
Todos en algún momento de nuestra vida fuimos niños y ejemplo para muchas personas mayores, ahora que nosotros somos mayores podemos seguir siendo ejemplo, ahora para esos niños que nos observan curiosos y esperan algún día poder ser como nosotros, o mejores. Es que hasta lo que parece más imposible se puede volver posible si lo quieres y deseas, acompañado de los sueños que alguna vez tuvimos y creíamos que se quedarían solo en nuestros pensamientos.
Los niños me han enseñado que nunca debemos perder la chispa de inocencia. Trabajar con ellos es algo hermoso porque te llenan el corazón de alegría. Que te abracen y te digan: «solo la quería abrazar, maestra», ¡es lo más lindo del mundo! Es una gran satisfacción poder ser parte de su formación, de su segunda casa, la escuela.
Los niños me han enseñado a vivir, por lo tanto, me atrevo a dar el siguiente ejemplo: vamos en un barco pirata en medio del océano, los niños son la isla señalada en él y quien no sea como uno de ellos no obtendrá el derecho de buscar y adquirir el tesoro marcado con la “x” en el mapa. ¿Qué pretendo decir con “quien no sea como uno de ellos”? ¿Que llore hasta que los demás vayan por el tesoro y me lo den? ¿Que quite la vela del barco y me eche a dormir, levantarme, jugar, comer y volver a dormir? ¡No! Seamos como uno de los tales de acuerdo a la inocencia de trabajar en conjunto, optando por no ser corrupto, ni rencoroso, perdonar cuantas veces sean necesarias y volver a iniciar, valorar lo que recibimos y dar amor a cambio; a eso me refiero, en realidad.
La infancia es una de las etapas más lindas, y es cierto que estamos pequeños e imitamos a nuestros padres en varios aspectos y al crecer queremos volver a ella, porque recordar es revivir. ¿Qué aprendemos de los niños? Sus buenos tratos, la manera más tierna de llamar atención o involucrarnos con gente sin importar sus orígenes. Un niño es chispa, es ocurrencia y es un motor que no tiene botón de apagado.
Es esa ternura de corazón, su capacidad de asombro tan magníficamente creativa y esa sed interminable de jugar lo que me enseñó que no importa edad, título o lo lejos que llegaste, si estás frente a ellos en el aula y les enseñas al menos una letra, para ellos serás su maestro. Para mí ser maestro de mi sobrina, gracias a las prácticas pedagógicas, fue una de las experiencias más significativas; ver la ilusión en su mirada al llegar a su salón de clase es imborrable. Lo que me enseñaron los niños no es sencillo de describir, simplemente sabes que vale la pena seguir esforzándote para continuar creando un país mejor.
Los niños me enseñan que no se necesita tanto para sorprenderlos, que están enamorados de las cosas sencillas, que se emocionan cuando hacen paletas de hielo, se mojan, cantan, bailan, dibujan, juegan, imaginan, cuando aprenden. Me enseñaron que hay dos formas de ver el mundo: como lo ve un niño y como lo ve un adulto; elijo la primera.
Colaboración: Cristina Márquez, Neltzy Rosas, Brenda Meléndez, Katya Peña, Patricia Calvillo, Giselle Torres, Diana Díaz, Karolina Ávila, Jennifer Navarro, Alondra Cazares, María Guadalupe López, Francisco Ramos, Ana González, Montserrat Parra, Nidia Moreno, Martín Moya, Isela Gutiérrez, Monserrath López y Fernando Vizcaíno.